
Removió la escena literaria la irrupción de la IA, con su capacidad, todavía en cuestión al mismo tiempo que se abre paso, de crear textos literarios, y otros, de manera autónoma. Nos referimos a esto en anteriores Notas.
Hay otra cuestión de igual importancia: ¿cómo leeremos, como estamos leyendo ya, con la irrupción de la IA, en la era de la reproductibilidad digital?
Leer actualiza el texto.
Leer -no el acto de lectura, sino lo que la lectura dice de la humanidad, nos muestra algo de nosotros mismos; hace a esto que en estas Notas venimos explorando: lo específicamente humano cuando empieza a emerger la posibilidad de la emergencia y desarrollo de un agente no humano en la Historia: la IA. Porque leer -no el acto de lectura- como nos dice Vargas Llosa en su Elogio de la lectura y la ficción, su discurso de recepción del Premio Nobel, “las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad. Hechicería que, al ilusionarnos con tener lo que no tenemos, ser lo que no somos, acceder a esa imposible existencia donde, como dioses paganos, nos sentimos terrenales y eternos a la vez, la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía”.
¿Será la lectura en esta era que quiere despuntar -pero podría no terminar de hacerlo- aquella misma que describe el Nobel peruano, la de ese espacio de libertad con su resorte de la insatisfacción, de inconformidad, de rebeldía?
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Platón en su Fedro nos representa lo que podríamos llamar aquí para nuestros fines (porque estaba en otros combates) que Sócrates tenía un temor, acaso el mismo que todo lo nuevo despierta de la mano del atractivo de sus posibilidades: en ese momento, el texto escrito; hoy la IA. “Observa, Fedro, que eso es lo más extraño de la escritura, y lo que la hace verdaderamente análoga a la pintura. La obra del pintor se muestra ante nosotros como si los cuadros estuvieran vivos, pero si les haces una pregunta responden con un majestuoso silencio. Lo mismo sucede con la palabra escrita; parece hablar contigo como si fuera inteligente, pero si le preguntas algo, porque deseas saber más, sigue repitiéndote siempre lo mismo una y otra vez”.
Y Alberto Manguel en Una historia de la lectura, que trae aquí a Sócrates comenta que para el filósofo griego, “el texto leído no era más que sus palabras, en las que signo y significado se superponen con precisión desconcertante. Interpretación, exégesis, glosa, comentario, asociación, refutación, sentidos simbólico y alegórico, no nacen del texto mismo sino del lector”.
Hay otra cosa, que se perdía en ese debate sobre el autor, el lector, el texto, y que hoy cobra otro relieve. “Como si fuera inteligente”, decía Sócrates. Y hoy muchos remarcan -y es una discusión abierta, si la IA es inteligente- y, defensivamente, afirman que los inteligentes son los seres humanos. Pero tan rápido está evolucionando la IA que al menos hay que mantenerse expectantes, y, como mínimo -así como descubrimos que había otras inteligencias, como la emocional, puede estar naciendo esta otra, la artificial, con esa amenaza: autonomizarse, dando lugar a un nuevo agente en la tierra.
Si el texto escrito -una herramienta que acabaría siendo el libro- amenazaba la forma que defendía Sócrates de conocer, de filosofar, otra herramienta puede hacerlo. Es, también, un debate, cuánto y si, una herramienta determina, o conforma, o modela, al ser humano. Marx en su Trabajo asalariado y capital, por ejemplo, se refería a este asunto: “Un negro es un negro. Sólo en determinadas condiciones se convierte en esclavo. Una máquina de hilar algodón es una máquina para hilar algodón. Sólo en determinadas condiciones se convierte en capital. Arrancada a estas condiciones, no tiene nada de capital, del mismo modo que el oro no es de por sí dinero, ni el azúcar el precio del azúcar. En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo, para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es cómo se relacionan con la naturaleza y cómo se efectúa la producción. Estas relaciones sociales que contraen los productores entre sí, las condiciones en que intercambian sus actividades y toman parte en el proceso conjunto de la producción variarán, naturalmente según el carácter de los medios de producción. Con la invención de un nuevo instrumento de guerra, el arma de fuego, hubo de cambiar forzosamente toda la organización interna de los ejércitos. cambiaron las relaciones dentro de las cuales formaban los individuos un ejército y podían actuar como tal, y cambió también la relación entre los distintos ejércitos. Las relaciones sociales en las que los individuos producen, las relaciones sociales de producción, cambian, por tanto, se transforman, al cambiar y desarrollarse los medios materiales de producción, las fuerzas productivas. Las relaciones de producción forman en conjunto lo que se llaman las relaciones sociales, la sociedad, y concretamente, una sociedad con un determinado grado de desarrollo histórico, una sociedad de carácter peculiar y distintivo”.
Entonces, y volvamos, qué cambios, de largo alcance, está ya produciendo esta nueva herramienta, la IA, con su particularidad de actuar autónomamente y llegar incluso a devenir en un agente independiente del ser humano.
¿Aquella libertad de la lectura que mencionábamos, podrá permanecer?
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Cristina Oñoro en su presentación a El acto de leer de Wolfgang Iser, resalta, además, el carácter plural, subjetivo, cambiante de la lectura; y destaca que, en la era digital, con la mayor interacción que posibilita, se preservaría ese lugar de la lectura, de las y los lectores. Pero la era digital está dando un salto de magnitud histórica, salvo que otros acontecimientos relevantes -guerras, amenazas totalitarias nuevas, como mencionamos en estas Notas– lleven el curso del mundo para otro lado.
Es que la interacción que la era digital trajo, puede determinarse en un sentido determinado, ilusorio, con la IA.
Si, sostiene Iser en ese mismo texto, su pretensión teórica está en establecer no una Teoría de la Recepción, sino del efecto estético, es decir, uno que, aunque está provocado por el texto, exige la actividad de representar y de percibir del lector, en la lectura hay una elaboración del texto, entonces debemos preguntarnos por cómo lee(re)mos los lectores en la era de la reproductibilidad digital.
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En su La inutilidad de lo inútil, Nuccio Ordine nos dice que lo inútil tiene una utilidad: “saberes que son fines por sí mismos y que —precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial— pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad. En este contexto, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores”.
Y pareciera estar produciéndose una subsunción real de lo inútil por lo útil. Ahora esa acción inútil, leer, que reclama su inutilidad se transforma. En su Capítulo VI inédito de El Capital Marx introduce este término en una categoría: “Denomino subsunción formal del trabajo en el capital a la forma que se funda en el plusvalor absoluto, puesto que sólo se diferencia formalmente de los modos de producción anteriores sobre cuya base surge (o es introducida) directamente”, y subsunción real cuando ”sobre esta base, empero, se alza un modo de producción no sólo tecnológicamente específico que metamorfosea la naturaleza real del proceso de trabajo y sus condiciones reales: el modo capitalista de producción”.
La amenaza está en que se pudiera mantener la escritura de textos de ficción y su lectura pero metamorfoseándose en una nueva manera de leer.
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Es que la lectura está mostrando sus cambios con la irrupción de la IA. Donde más puede observarse es en los ámbitos académicos, pero derramándose sobre la lectura de ficción.
Ya no se lee porque sí. Para perder el tiempo. Por gusto o placer, o querer aprender. Abiertos a lo que leamos de lo que los textos nos puedan decir.
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“Lo dice Google”, decíamos. Ahora será “lo dice la IA”.
¿Y qué nos dice, a su vez, esto a nosotros?
Que lo que hacemos es leer el resultado de un prompt, una instrucción. Pedimos el resumen de un texto, pedimos la elaboración de un texto, un informe, etc.
Lo que vamos a leer es el resultado que nos arroje la instrucción que le dimos.
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En el reciente estudio Large Language Models Reflect the Ideology of their Creators, semuestran los resultados de una reciente investigación que muestra que las diferentes herramientas de IA tienen sesgos Chat GPT más conservadora, Gemini más progresista. Esto, paradójicamente, mostraría un espacio de mayor libertad para el lector, según cuál herramienta utilice. A su vez, el trabajo, la ingeniería de prompts, de instrucciones, introduciendo unas diferentes hasta obtener un resultado, podría ir en la misma dirección.
Muchos estudiante en la Educación Superior, preocupados por ser mal calificados por plagio, se preguntan cómo serán evaluados temiendo que al solicitar similares instrucciones a una IA para elaborar un texto que presentar a su profesor, la(s) IA(s) arrojen similares resultados.
Sin embargo, sigue descansando la lectura del resultado arrojado en la instrucción que le demos. La lectura es previa al acto de leer: leeremos lo que hayamos pedido. El texto se cierra, el acto de leer se reducen.
Aquella interacción cambiaría su carácter. La lectura cambiaría su carácter: una lectura utilitaria. Y pasivizante. “El tiempo perdido para la vida que implica la lectura”, como dice Oñoro, amenaza con desaparecer.
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En su poema La dicha de La cifra, Borges nos decía que “el que lee mis palabras está inventándolas”.
Iser nos dice que un texto no es un documento de algo que existe, sino que es “una reformulación de la realidad ya formulada: de esta manera llega al mundo algo que no se encontraba en él”.
Vargas Llosa, en diversos textos, como en García Márquez: Historia de un deicidio, nos habla del elemento añadido: “la soberanía de una realidad ficticia: características inconfundiblemente propias, en constantes (leyes, motivos, formas) que la van distinguiendo de su modelo y cantera, la realidad real”. Otra cosa, una otra realidad, distinta a la real, añadida a la real.
Ya hablamos en otras Notas sobre la imaginación, y la posibilidad imaginativa de la IA, que añade a la realidad una realidad ficticia.
Pero, si la lectura es elaboración de un texto, ¿permanecerá la lectura tal como la conocemos, cuando el texto que voy a leer ya viene elaborado por la instrucción que le dimos, habrá reformulación de lo formulado, elemento añadido, invención, casi co-autoría, al momento de leer un texto?
Acaso la subsunción real de lo inútil por lo útil, cambie la lectura como espacio de libertad con su resorte de la insatisfacción, de inconformidad, de rebeldía, para encontrarnos con lo que buscábamos previamente.
El desorden de lo útil sería esta subsunción real de lo inútil en lo útil.
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Damián, hola Santiago Aguiar
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