
Trajimos aquí anteriormente ideas sobre -contra algunas opiniones contrarias- el valor, o la importancia, o el significado de la autoficción.
La remitimos sobre todo, probablemente de manera estrecha, a la literatura escrita por mujeres.
No se limita a ésta. Grandes obras de la literatura universal tienen también de autoficción.
Podrá ser debatible, como todo, pero Gerardo Vidal Guzmán nos habla de ella a propósito de la Divina Comedia.
Tal vez no sea más que un tono, o un recurso, o la elección del punto de vista del narrador, pero enmarca la nueva épica que nos relata.
Hablar del presente. “Al seguir las huellas de Homero y de Virgilio, Dante se permitió una excepción de la mayor importancia: su poema prescindió de personajes de fantasía (Aquiles, Odiseo o Eneas) para tomar la forma de un relato de auto ficción. Él mismo —Dante Alighieri—, bajaría a los infiernos convirtiéndose en el centro de su propia aventura. La suya no sería una Odisea, ni una Eneida, sino una Danteida”.
Hablar de sí, hablar de su época. “En el inédito vuelco que Dante iba a introducir en la épica probablemente sea rastreable la influencia del antiguo poeta Lucano. Marco Anneo Lucano fue poeta muy leído por Dante que le rindió homenaje en su Comedia al encontrarlo en el limbo junto con Homero, Virgilio, Ovidio y Horacio (Inf. IV, 102). Con este encuentro Dante nos muestra las raíces de su árbol genealógico. Esa es la compañía en la que quisiera estar en el mundo de las letras. En su poema Lucano había rescatado la épica de las brumas de la leyenda para construirla a partir de la historia. Su poema no trataba de personajes legendarios, sino históricos. La Farsalia versaba sobre la guerra civil entre Julio César y Pompeyo; y proponía a un tercero, Catón de Útica, como modelo de patriota romano. Dante advirtió el giro de Lucano y duplicó la apuesta. ¿Por qué no traer el género épico no sólo a la historia sino a su propia historia?”
Hablar de sí, hablar de todos. “La experiencia de un hombre concreto y específico que sirviera como espejo de la de todos. La ficción literaria reconstruiría su propia existencia y, a través de sus alegorías, permitiría que todo ser humano pudiera verse reflejado en ella”.
Un estilo. “Esta opción por el relato de auto ficción (o autobiografía de ficción) imprimió en su obra una cierta dicotomía narrativa a la que conviene atender desde el inicio. En toda autobiografía conviven siempre dos voces. La primera es la del protagonista, que se halla inmerso en la inmediatez, lidia con lo desconocido, y aprende lecciones que no hubiera esperado. Él es quien sufre la desolación, se aferra a la esperanza y encuentra inesperadamente ayuda. La segunda voz se le sobrepone; es la del narrador, que escribe la obra con la visión panorámica de su propia existencia. Ambas voces, protagonista y narrador (peregrino y poeta en La Comedia), entablan un juego peculiar en el desarrollo de la narración. Mientras uno (el peregrino) se encuentra sumergido en imágenes parceladas de su vida, el otro (el poeta) observa desde la altura sus tanteos, agregando sentido al relato y permitiéndose, en ocasiones, orientar al lector. Estas dos voces se mezclan y coexisten en todo relato autobiográfico. Dante las combina magistralmente en La Comedia: da preeminencia al peregrino, que en ocasiones se asusta y duda, en otras se equivoca o se molesta, a veces se abruma o se enfurece; pero deja siempre adivinar la voz del poeta quien, desde su alta torre, contempla la aventura humana completa”.