
Autoficción, 2 (Beatriz Sarlo)
La autoficción a la vez que tiene cierta predominancia en la literatura del presente, tiene también contendores.
En esta contienda (probablemente marginal o en voz baja), se puede perder algo de su sentido, de su valor, de su importancia.
Un sentido que tal vez la exceda, porque puede que resida en algo más amplio que la autoficción: la literatura escrita por mujeres (toda otra contienda), aunque la revitalice o resignifique.
A propósito de textos de Dana Hart, puntualicemos algunas de las dimensiones que hacen a la importancia, al sentido, al valor de la autoficción.
Contar la comunidad. El sujeto del enunciado que hace -aunque no agota- a la literatura de autoficción: el yo, de acuerdo con Pamela Tala Ruiz, define un estilo, pero también un contenido. ¿Cuál? El desplazamiento, o el vaivén, entre un yo individual y un yo colectivo, produciendo una amplitud semántica que identifica el yo “con características de todo el grupo”. En la misma dirección, para Florencia Angilleta, las ficciones feministas, “ensayan la potencia de decir ‘yo’ para contar una comunidad”.
(Traigo una asociación difícil: Borges, al menos en un momento, año 1921, sostenía que “la personalidad, el yo, es solo una ancha denominación colectiva que abarca la pluralidad de actos de conciencia”).
Una interpelación. Otro aspecto. María José Punte afirma que se trata de “una enunciación que funciona (o debería funcionar) como una interpelación. Frente a éstas, no es posible que la sociedad haga oídos sordos”.
Habitar otros universos. Hay también una voluntad en este sujeto del enunciado que describe María Negroni: se escribe en primera persona para “habitar esos universos” que se escriben.
¿Tres tradiciones? Otra asociación difícil: Decía Harold Bloom que“la obra maestra de Cervantes acaso sea el libro central de la última mitad del milenio, pues todos los más grandes novelistas son hijos de Quijote como lo son de Shakespeare … Shakespeare nos enseña de manera pragmática a hablar con nosotros mismos, mientras que Cervantes nos instruye sobre cómo hablar con los demás”. En este modo autoficcional de la literatura, podemos encontrar, o reencontrar, una tercera: hablarse a sí misma, para hablarnos a todos.
Transformar. Todo esto, puede, aunque no necesariamente, llevar a la acción. Para Marina von der Pahlen, “autobiografía, ficción o autoficción siempre transforman la vida en algo literario, porque ponerla en palabras es una forma de hacer literatura. La autobiografía pura no existe, sino que necesariamente ofrece un doble pacto, autobiográfico y ficcional a la vez … el vaivén y la zona de indefinición que se establece con el juego de decir y a la vez transformar ‘la verdad’”.
La estratégica opción política. Beatriz Sarlo, aunque estudiando aquellos textos de no ficción que recurren a procedimientos provenientes de la ficción, se refiere al pacto de lectura de textos autobiográficos deteniéndose en el yo de la enunciación. Si bien específicamente referido al texto que analiza (Operación masacre de Rodolfo Walsh), destaca que el yo de la enunciación, “la coincidencia del yo- narrador y el yo- autor”, “marca una perspectiva; esa perspectiva es una perspectiva de valor, una perspectiva axiológica”. ¿Y qué permite la elección del yo como sujeto de enunciación? Que “un yo poderoso en primera persona, puede elegir los valores”.
Esto, a su vez, permite también repensar otro aspecto (también contencioso): el del compromiso. Y así, “no son los hechos los que hablan por sí mismos, los que se organizan, sino que hay un yo responsable de esta organización y que propone una comunidad de lectura cuando usa el ‘nosotros’. Cuando el texto dice: ‘Hasta aquí nosotros sabemos’, ese nosotros es: usted, lector, y yo»- autor. Y esa comunidad de lectura compromete al lector tan activamente como al autor.
¿Otro modo del compromiso? Si ayer, sartreanamente, “el escritor revela el mundo y el hombre a los demás hombres para que estos, ante el objeto puesto al desnudo, asuman sus responsabilidades. La función del escritor es obrar de tal forma que nadie pueda ignorar el mundo ni decirse inocente”, ahora, no se nos revela de afuera, sino que, interpelando, creando una comunidad, habitando otros mundos, hablándose para hablarnos, poniendo al centro los valores, renueva el problema del compromiso y la literatura.