Glosa, de Juan José Saer

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Glosa, de Juan José Saer

¿De qué hablan dos amigos durante 55 minutos y poco más de 14 cuadras de un pueblo de la Provincia de Buenos Aires? Vale más la pregunta cuando uno de ellos, el Matemático, proviene de una familia burguesa y es un trotskista, intelectual, al que su hermano, funcionario de dictaduras hizo encarcelar y allanar su casa, mientras que el otro, Leto, es Montonero, de familia disfuncional de clase media baja y de pocas luces. Los une la época, los amigos en común muertos, asesinados, exiliados, el mismo Leto muerto con la pastillita de cianuro que Montoneros repartió entre sus militantes para que no canten si caían en manos de la represión. Epoca común que Saer critica rudamente (querían cambiar la realidad mientras vivían una vida irreal, la de la clandestinidad, queriendo apagar las llamas de la opresión avivando las llamas, con obsecación).

Pero no, no es esto de lo que hablan. Unidos todos, montoneros, trotskistas, ex comunistas militando en el peronismo, detrás de la figura de Washington, viejo izquierdista respetado por todos ellos en el pueblo por sus más de 40 años de militancia más tarde reducida a la nada por su depresión, en un asado en el que el Matemático no participó ni Leto fue invitado, los unía la discusión del episodio (el tropezón del caballo de Noca), empapado por una larga discusión de filosofía de asado: el instinto (el caballo de Noca) o la singularidad (los tres mosquitos de Washington). Pero lo que empapaba las charlas de los dos amigos ni siquiera era su contenido, esta filosofía de asado.

La estructura de la novela tiene tres partes: el encuentro entre el Matemático y Leto y las primeras cuadras juntos; las siguientes siete cuadras; las últimas siete cuadras. En la primera parte, el Matemático cuenta la versión de Botón del asado y la discusión. En la segunda, se encuentran con Tomatis, que cuenta su versión. En la tercera, el Matemático y Leto discuten las dos versiones.

Se trata de la confusión de los recuerdos; se trata de lo que se siente y no se dice (la ofensa por no haber estado o no haber sido invitado); se trata de las percepciones que tiene uno de sí mismo mientras habla con el otro (el Matemático creyendo que tienen resquemores de hablar con él por provenir de una familia burguesa); se trata de qué es la realidad (¿lo que pasò?, ¿sus recuerdos?, ¿las versiones diferentes?).

Pero tampoco es todo esto. Finalmente, cada uno está absorto en lo suyo (el Matemático en su drama de haber nacido en una familia burguesa, Leto en el suicidio de su padre, la enfermedad de su madre, el amor del mejor amigo de su padre por su madre). Ninguno tiene interés en el otro: ni Leto en lo que el Matemático le cuenta (es una “conversación” en la que sólo habla el Matemático), ni el Matemático en que Leto hable (de hecho, no habla). Cada uno absorto en lo suyo.

Soledades concurridas. ¿Qué nos une a los demás? ¿Qué nos separa?

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