Enterrado en vida, de Enoch A. Bennett

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Enterrado en vida, de Enoch A. Bennett

Priam Farll se convirtió en una leyenda de la pintura inglesa de fines del s. XIX y principios del s. XX, sin seguir las reglas para el éxito: no se dejaba ver, nadie lo conocía. No era una estratagema comercial. Era extremadamente tímido, no podía enfrentar nada de lo cotidiano. Todo en su lugar lo hacía su criado Henry Leek. Hasta que murió. El futuro se veía negro para Priam Farll, ahora tendría que enfrentar él al mundo que se lo exigiría por su fama. A menos que dejara creer al médico que quien había muerto era Priam Farll, no Henry Leek. Todo tímido extremo esconde un temerario, disponible para repentinas proezas como esta. Y así, ¡sería libre!

Y así empezó una nueva vida para Priam Farll, con una mujer sencilla y cálida, Alice Challice, de un barrio simple, Putney, una utopía de sentido común, afabilidad, simplicidad. No pudo revelarle inicialmente a Alice su terrible secreto, existen verdades tan extrañas. Un suceso inesperado cambiaría todo: los dividendos de la empresa en la que Alice tenía acciones desaparecieron al quebrar, y así, se desvanecía “el fundamento mismo del sistema de filosofía práctica de Putney”.

Prima Farll comenzó a íntar de nuevo, vendía a bajo precio sus cuadros al comerciante del barrio, que los vendía a su vez al experto galerista Mr. Oxford, que los vendía por último a un coleccionista millonario Mr. Witt, como auténticos Priam Farll. Hasta que el coleccionista cayó en la cuenta que Priam Farll había muerto, y había sido entonces estafado por Mr. Oxford. Un juicio sacudiría a toda Inglaterra, y a la apacible vida de Priam Farll.

¿Eran una estafa la de Mr. Oxford, y un fraude el de Priam Farll? Nada de eso. Es que Priam Farll, “no era una persona creada para la sociedad … Sólo podía expresarser a sí mismo a través de un pincel … ¿Por qué esperar más de él? ¿Por qué sentirse desilusionados de él?”

¿No tenemos cada uno una pizca de Priam Farll cada uno de nosotros? Esa rareza imposible… “pero mira: él tenía una chispa de divinidad en otro sentido”.

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