A partir de
Un asunto tenebroso, de Honoré de Balzac
Un “falso Judas”. “Juguetes de un poder desconocido”. Víctimas del anacronismo. Hay veces que los destinos personales van estrechamente de la mano del destino de una nación.
Michú, viejo jacobino, yerno de un miembro de un tribunal que ejecutó a sus antiguos amos, y todavía guardián de sus propiedades, tomó su carabina una noche terrible.
Un asunto tenebroso se había entretejido. Una conspiración interna e internacional que unía a Rusia, Prusia y Austria con el oro de Inglaterra para deshacerse de Napoleón, próximo a coronarse Emperador, estallaba en esos días. Falló. “Lo más difícil en política expectante es saber cuándo un poder que se inclina va a caer; pero, amigo mío, el de Bonaparte está en su período ascendente”.
El fracaso de la conspiración, condenó a los hijos de sus antiguos amos, los dos jóvenes Hauteserre, los dos mellizos Simeuse, su prima la joven condesa Lorenza de Cinq-Cygne.
La conspiración derribaría al Emperador y devolvería las propiedades a sus antiguos amos. “¿No equivalía derribar a Bonaparte y traer a los Borbones a recuperar Gondreville y hacer la fortuna de sus primos?”.
Fue cuando Michú se reveló como el “falso Judas” que era: un falso jacobino que había protegido siempre, y lo haría en esta hora de peligro, a la familia de sus antiguos amos. No pudo ser. Lo descubrieron los policías de Fouche.
Los cinco jóvenes nobles y Michú son investigados. Un anciano noble les aconseja transigir, y emigrar. El orgullo aristocrático, pero ahora anacrónico, de la condesa Lorenza lo rechazó. Sería fatal: serán apresados y llevados a juicio. No sopesó que el Imperio de Napoléon, con la bendición de la Iglesia, atraía a sus filas a muchos nobles, haciendo de ese orgullo conservado una imperdonable ceguera y debilidad. “¡Este hombre con su Corte nos hace más daño que la Revolución con su hacha!”.
Para el juicio, la policía había preparado un montaje. Con la conspiración fracasada, ¿por qué castigarles? Si podían, absueltos, recuperar sus propiedades, que estaban ahora en manos del Senador de Napoleón, Malin, un terrible secreto se descubriría.
Montaje que se sostenía no en su maquiavélica habilidad. “El director del jurado sabía el gran placer que causaría su procedimiento contra antiguos nobles, enemigos del pueblo que habían pasado a ser enemigos del Emperador”.
Fue entonces cuando Michú, “empezó a creerse envuelto en alguna trama urdida contra ellos”.
Y concluyeron desalentados que “somos todos juguetes de un poder desconocido y maquiavélico”.
Había cambiado el curso de la historia y la nación. Ya no juguetes del destino. Sino que juguetes del poder.
La trama urdida contra ellos sobrepasaba el montaje policial. Se había tramado varios años antes. En una reunión secreta, altos ministros de Napoleón conspiraban. “¿De qué se trata? De Francia, debió de decir el príncipe. De la República, diría seguramente Fouché. Del poder, diría probablemente Sieyes”. Los papeles que comprobaban la conspiración fallida estaban depositados en la propiedad de Malin en Gondreville.
Cambia el destino de una nación y los maquiavelos a los que dan lugar, con sus asuntos tenebrosos, pueden cambiar los destinos personales. ¿Es posible escapar de eso; es aconsejable transigir; o enfrentarlo con orgullosa altivez?