A partir de
El otro, de Jorge Luis Borges
“El hecho ocurrió”. Pero “mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón”. Aunque ahora, encontró otra solución, acaso mejor. “Si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí”.
Después de dar clases se sentó en un banco al costado del río Charles. Alguien se sentó a su lado. “Fue entonces cuando ocurrió la primera de las luchas zozobras de esa mañana”.
Se le acercó. “Usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges”.
Uno es mayor. Otro menor. Uno está en Cambridge. El otro en Ginebra. Discuten si son reales, si uno es el sueño del otro, o los dos están soñándose. Buscaban apenas tranquilizarse.
“¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?”. Le cuenta. Discuten de política. Comentan ‘Los demonios’ y ‘El doble’ de Dostoyevski. Concluyen que “el hombre de ayer no es el hombre de hoy”, recordando a “algún griego”.
Más todavía. Discuten de literatura, con sus gustos diversos. “Comprendí que no podíamos entendernos. Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos”.
¿Fue un sueño, fue real?
No importa. Importa sí, que, a lo largo del tiempo, somos muchas personas, bien distintas, siempre iguales.