A partir de
Patria, de Fernando Aramburu
El talde (comando) Oria, mata a balazos al empresario del transporte Txato, uno de la lista de nueve hombres de negocios que no pagaban el impuesto a ETA. Era parte del comando, Joxe Mari, a quien de niño Txato, amigo de su padre el obrero de una de las fábricas Joxian, compraba helados cuando salía toda la familia de paseo. Todos eran del pueblo, ellos; sus mujeres, Bittori de Txato, Miren de Joxian, amigas desde siempre, “como hermanas”; sus otras hijas e hijos, Nera y Xabier de Txato, Arantxa y Gorka de Joxian.
Desde entonces, desde pocas semanas antes cuando empezó la campaña de amenazas que culminaría con su muerte, las dos familias amigas habían dejado de hablarse.
Años más tarde, en unas Jornadas sobre Víctimas del Terrorismo y Violencia terrorista, “el escritor” explicó que con su novela buscaba “componer, por medio de la ficción literaria, un testimonio de las atrocidades cometidas por la banda terrorista”, por “la empatía que le profeso a las víctimas del terrorismo”, Ahondó, “quise responder preguntas concretas, ¿cómo se vive íntegramente la desgracia de haber perdido a un padre, a un esposo, a un hermano, en un atentado? ¿Cómo afrontan la vida tras un crimen de ETA, la viuda, el huérfano, el mutilado?”.
Desde entonces, cada uno buscó cómo continuar sus vidas. Bittori, llevada por sus hijos a San Sebastián, comenzó a volver secretamente a su pueblo y a su casa, iba a hablar con su marido frente a su tumba, y buscaba que Joxe Mari le pidiera perdón. Xabier decidió que con su padre muerto no podía ser feliz y que debía dedicarse a cuidar a su madre. Nerea quería rehacer su vida, irse, empezar de nuevo, dejar el pasado atrás; aunque por su madre se fue quedando. Arantxa, aún con la enfermedad que la dejó en una silla de ruedas y solo pudiendo comunicarse por escrito con un ipad, se propuso que “el asesino” de su hermano pidiera perdón a BIttori. Gorka sí se fue del pueblo y comenzó una nueva vida. Joxian fue lentamente empequeñeciéndose en su tristeza. Miren se hizo fanática de la causa de su hijo, más tarde condenado a 126 años en distintas cárceles.
Cada cual daba sus razones, inconciliables. En la única visita a la cárcel, Gorka increpa a Joxe Mari: “-Precisamente porque soy tu hermano te digo lo que pienso. ¿Prefieres que te mienta, que te felicite por el dolor que has causado vete tú a saber a cuántas familias? ¿Y para qué? –Para salvar a mi pueblo. -¿Derramando la sangre de otros? Qué bonito. –De gente opresora que nos machaca a diario y no nos deja ser libres … Unos hemos oído la llamada de la patria. Otros se dedican a llevar una vida cómoda y a pasarlo de puta madre”. A esta confrontación se sumaban los años de cárcel, los castigos, el abandono de la lucha de muchos de sus compañeros. También, la firme decisión de Bittori, movida por su dolor y su muerte en vida, que le escribió una carta. “Su único deseo , repitió, era conocer la verdad antes de morirse y perdonar. Borró. Y que le pidiese perdón y perdonar al instante y tener esa paz y luego ya morirse”.
Fue así que supo que “un hombre puede ser un barco … pasan los años y se forman grietas … Por ellas entra el agua de la nostalgia, contaminada de soledad y el agua de la conciencia de haberse equivocado y la de no poder poner remedio al error, y esa que corroe tanto, la del arrepentimiento”.
El perdón llegaría. Acaso, finalmente, sólo posible por la derrota de una de las partes. Y entonces un abrazo final, que no pudo tener palabras.