A partir de

La excepción y la regla, de Bertolt Brecht

“Soy el comerciante Karl Langmann y voy a Urga”, para negociar una concesión. Tenía que llegar antes que sus competidores. “El hombre fuerte es quien llega y el débil se queda atrás”.

¿Será así?

Para apurar el paso, ordena a su guía en el dificultoso camino que apalee al culi cargador de sus pertenencias. Que lo insulte. Pero no con la suficiente energía, así que el comerciante lo despide. Se hará cargo él mismo de maltratarlo para llegar a destino a tiempo, antes que sus competidores. Será él quien con su pistola lo obligue a vadear el río tormentoso. El que le lastimará el brazo. El que lo mirará desconfiado.

El que temerá la venganza del culi.

Si lo insultó, lo apaleó, lo apuntó con su arma, lastimó su brazo, ¿cómo no buscará la venganza? Debería ser la respuesta natural.

Sn embargo, sedientos, con una sola cantimplora con agua, el culi se la ofrece para que beba, el comerciante cree que es una piedra con la que lo atacará, y le dispara, dándole muerte.

“No podía saber que era inofensivo … no podía saber que el culi fuera una excepción”, se dijo en el juicio. “Hay que atenerse a la regla, y no a la excepción”. Por eso, fue absuelto: “el acusado actuó en legítima defensa, y es indiferente que fuera amenazado o que solo se sintiera amenazado”.

Sí, es “incomprensible, aunque sea la regla”. Y sí, “que nada pueda considerarse inmutable”.

Pero para eso, ¿no necesitamos también “observar con atención”, que “el hombre fuerte”, aunque ahora llegó primero, temía la venganza del culi?