Historias marginales, de Luis Sepúlveda

Historias marginales luis sepulveda

A partir de

 

Historias marginales, de Luis Sepúlveda

 

Aprender.

De marginales. De jodidos. De compas.

Es decir, de “los nuestros”. “Los jodidos, los que pierden sin que les hayan preguntado si querían perder. Y los que entregan lo mejor de sí mismos sin esperar recompensa o reconocimientos”. Una marginalidad en la que está la de las más nobles: “la de una decencia mantenida a ultranza”. Y los compas, esa “palabra jugosa y seca al mismo tiempo. Palabra dura y tierna que viene de compadre y de compañero”.

Aprender, de ellos, que son muchos.

De la gente del sur, de Chile, “que la ternura hay que protegerla con dureza y que el dolor no puede paralizarnos”.

De los asturianos, “que la vida es una serie infinita de pequeños triunfos y mayores fracasos”.

De los habitantes del Amazonas, que “hay que saber esperar, no permitir nunca que el tiempo se transforme en una carga”.

Del gásfiter de la periferia de Santiago, que “el mundo no podía quedar a merced del moho y la oxidación” y antes de morir supo transmitir los secretos de su oficio, formando un “batallón de mujeres gásfiter”.

Saber que llevamos un “inventario de pérdidas”. Que existe una “Biblioteca Torquemada” de libros sobrevivientes del incendio que la dictadura provocó en su casa y aún conservan., Que las marcas en un rostro son “diplomas por todo lo vivido”. Que hay “una formidable ley de la vida que hace que los jodidos se encuentren”. Estén en Chile, Laponia, el Mediterráneo, Ecuador, Argentina, España, Stalingrado, Hamburgo…

Aprendemos, de ellos, los nuestros, son muchos, y están en todas partes.

 

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