Cuentos de guerra, de Hemingway

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Cuentos de guerra, de Hemingway

 

De los cuentos aquí reunidos, elijo La denuncia. El Chicote era “el mejor bar de España”, el whisky, los amigos, los camareros, pero, después que “la revolución estalló”, ya no era el mismo. “No hay ahora muchos motivos para ir allí por lo que supongo que Luis Delgado, de haber llegado a Madrid algo después, podría no haber ido allí y haberse metido en tales apuros”.

Aquellos que emergían de la guerra civil. Cuando el camarero le indicó su presencia –“Nada tengo contra él. Pero es por la causa. Por cierto que un hombre así es peligroso para la causa”-, Edmunds, que era fascista, se desentendió. Antes, Luis Delgado y Edmunds habían sido amigos, competían, apostaban, tomaban juntos, se conocían del Chicote.

Cedió finalmente Edmunds ante la insistencia del camarero, y le pasó el número de la oficina de contraespionaje en los cuarteles de Seguridad, que igualmente podría haber conseguido por sí mismo. El camarero al rato, con la conciencia turbia, se explicó: “Era un cliente antiguo y bueno. Además, nunca denuncié a nadie antes. No hice la denuncia por placer”.

Ya detenido Luis, Edmunds llamó a uno de los de Contraespionaje, y pidió que no dijeran que lo denunció el camarero, si no él, “porque Luis Delgado era un viejo cliente del Chicote y yo no quería que se desilusionara o se amargara con respecto a los camareros antes de morir”.

Cuando se deshacen las fidelidades, las amistades, cuando un rostro conocido se transforma en su contrario, cuando un golpe viene en forma inesperada descolocándote, puede quedar lo bueno, lo amistoso, lo fiel, en un lugar, en un recuerdo.

 

(Bruguera. Traducción: Félix della Paolera)

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