La Odisea, de Homero

La Odisea Homero

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La Odisea, de Homero

 

¿A qué casa volvemos cuando volvemos a casa?

Difícil saberlo, así que, “Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío … conoció las ciudades y el genio de inúmeras gentes. Muchos males pasó…”, condenado por la voluntad de los dioses que, de un lado, “habían decretado que el héroe volviese a sus casas en la tierras de Itaca”, después de haber combatido en Troya, pero, de otro lado, “disentía Posidón, enconado en su ira contra Ulises”.

Veinte años tardó Ulises en su viaje de vuelta en “las rápidas naves, corceles del mar”. Hubo también otro viaje: el de Telémaco, su hijo, en busca de su padre: ¿había muerto después de tanto tiempo; estaba vivo y volvería con honor?

¿Y qué es el viaje? ¿Largos veinte años solo por la disputa entre los dioses? Bien sabía Zeus que “es de ver cómo inculpan los hombres sin tregua a los dioses achacándonos todos sus males. Y son ellos mismos los que traen por sus propias locuras su exceso de penas”.

Es el viaje una condena: “no ha de llegar sin que yo le sumerja en desdicha”, decretaba el colérico Posidón; “preso estoy de desgracias y penas”, se lamentaba Ulises. Es un deseo, de proezas. Es un dolor: “se le iba la vida en gemir por su hogar”. Es una prueba: Zeus “a ti ha dado esos males y es fuerza los sufras hasta el fin”. Es una aventura y un descubrimiento: debió vencer el amor posesivo de Calipso, vencer al monstruo Polifemo, vencer la tentación del canto de los sirenas, y de la tierra del sol, vencer los escollos de Escila y Caribdis, vencer los engaños de Circe. Debió descender al Hades, la “mansión de los muertos”, “el lugar sin contento”. Debió sortear la envidia de sus propios hombres.

Y, para emprender la vuelta, debió también vencerse a sí mismo: “entre muchos trabajos vendréis a la patria si decides tu gusto frenar y el ardor de tus hombres”. Su gusto… “¡obstinado! Tú siempre pensando en esfuerzos guerreros y proezas”.

Es la casa un pasado que no permanece sino que cambia. Duramente lo comprobaría Ulises. Atenea le protegió y guió en su vuelta, pero debía “volver al hogar y cumplir su venganza”: su casa había cambiado: los galanes de Itaca abusaban de sus bienes y pretendían a su esposa Penélope, que lloraba sin pausa, su hijo Telémaco se había hecho hombre. Al llegar a Itaca, a sus casas, comenzaría entonces a tejer “ruinas a aquellos galanes”, junto a su hijo Telémaco.

¿Qué es el hogar? ¿El punto de partida obligado, el lugar de regreso, qué? Fue, para Ulises, el encuentro con Telémaco, la venganza justa contra los ultrajes. La reunión de padre e hijo para enfrentar juntos a los enemigos de su casa. Fue Atenea clara mandado a Ulises y a Telémaco a que “caminéis a la noble ciudad a infligirles la ruina y la muerte a esos hombres”.

 

(Gredos. Traducción de J.M.Pabón)

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