A partir de
Crímenes imperceptibles, de Guillermo Martínez
No imaginó al llegar becado desde Buenos Aires para una estadía de un año en el Instituto de Matemática de Oxford, que se encontraría con la leyenda de las matemáticas, Arthur Seldom; que residiría en la casa de otra leyenda, menor, la señora Eagleton, ayudante de Alan Turing para descifrar los códigos nazis de la máquina Enigma; que debería tratar con el inspector Petersen de Scotland Yard; ni que se vería involucrado en los crímenes conocidos como la serie de Oxford.
No imaginó que Seldom en su libro sobre las series lógicas incluyera un capítulo sobre los crímenes en serie, y tuviera toda una teoría al respecto: que estos crímenes son más bien rudimentarios, caracterizados por la monotonía y la repetición, que los que son por motivos intelectuales, a lo Raskolnikov o De Quincey no son del mundo real. ¿O sí?
No imaginó que el célebre lógico que buscaba desentrañar con él y el inspector de Scotland Yard la serie de Oxford, temiera “las consecuencias, las derivaciones infinitas, los monstruos que producen los sueños de la razón”. Antecediendo cada asesinato, un mensaje: “el primero de la serie” con un símbolo, comenzando por un círculo. ¿Cada símbolo buscaba se descifre el siguiente?, ¿cada símbolo refería a una persona real?, ¿cometía el asesino asesinatos o buscaba desafiar a una mente brillante?
Cavilaba con él Seldom, basado en el Teorema de Gödel rechazaba el mecanismo de corroboración axiomático de Aristóteles y Euclides: hay enunciados que no pueden ser demostrados ni refutados a partir de axiomas. Corolario de Tarski: hay una diferencia entre la verdad y la parte de verdad que puede demostrarse. Corolario filosófico: “cualquier sistema filosófico que parte de primeros principios tendrá un alcance limitado”.
¿Podrían entonces descifrar el símbolo inscrito, un círculo, en el primer mensaje, completar la serie, referirla a una persona real, desentrañar los motivos?
Seldom le pasó al inspector Petersen los códigos que completaban la serie. El, joven estudiante argentino en Inglaterra, encontró una pista.
“La grieta entre lo verdadero y lo demostrable” se comprobaría, a la vez confirmando y refutando a la lógica matemática, ante un mundo, de crímenes, de temores personales inexplicables –monstruos hijos de la razón que nos acechan-, siempre más complicado que nuestras verdades, pretenciosas y limitadas.