El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon

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El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon

A Christopher Boone le gusta Sherlock Holmes, en especial ‘El perro de los Baskerville’. No tanto Conan Doyle por haber avalado algo imposible: “el caso de las hadas de Cottingley”.

Christopher Boone tuvo su propio caso con su propia investigación como detective: ¿Quién mató a Wellington?, el perro de la vecina la señora Shears.

Con apenas “15 años, 3 meses y 2 días” de edad, lo llevó con habilidad. Hasta un momento terrible en el que se enfrentó a tres preguntas que debía aclarar: 1) ¿dónde estaba el libro donde escribía de su investigación siguiendo los consejos de su educadora Siobhan?, 2) ¿Qué pasó con su madre de cuándo eran esas cartas de ella que recibía desde Londres?, 3) ¿Qué tenía que ver su padre con todo esto?

Fue tan terrible este momento que decidió abandonar la casa de su Padre e irse a Londres.

Logró llegar. Venció mil dificultades, que no lo son para cualquiera de nosotros: “fui a Londres solo, resolví el misterio de ¿quién mató a Wellington? Encontré a mi madre y fui valiente y escribí un libro. Eso significa que puedo hacer cualquier cosa”.

No lo son para cualquiera de nosotros porque Christopher era “alguien con problemas de conducta”: “la gente me provoca confusión” no puede tolerar los colores amarillo y marrón “mi memoria es como una película”; alterada su rutina puede estar días sin comer ni hablarle a nadie o gritar o violentarse.

Pero tampoco es para cualquiera de nosotros rechazar la mentira, tan radicalmente. Es cierto que las causas de este rechazo para Christopher, pueden no ser morales, como para cualquiera de nosotros. Pero es cierto que es alguien “especial” el que desestabiliza nuestras certezas y valores, como al Padre que se escudaba en que “la vida es difícil ya lo sabes. Joder es durísimo decir la verdad todo el tiempo. A veces es imposible”.

Puede ser, es cierto. Pero alguien tiene que confrontarnos ponernos delante de un espejo, y hacernos cambiar para mejor. Y así pudo concluir el padre: “yo tengo que demostrarte que puedes confiar en mi”.

Christopher tuvo su orgulloso logro “puedo hacer cualquier cosa”; y su inesperado y secreto logro: cambiar para mejor a los demás, algo no buscado.

(Salamandra. Traducción de Patricia Antón de Vez)

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