
A partir de
Los miserables, de Victor Hugo
La vida es un destino fatal que se encarniza con los miserables.
Entre quienes hay solo caída: Fantina, la joven provinciana ida a Paris, madre soltera dispuesta a todo por su hija, Cosette, y en eso chantajeada y arrastrada a la prostitución y a la muerte.
Entre quienes hay sólo maldad: los Thenardier y su sordidez, los Patron-Minette bandidos temibles de la noche de Paris.
Entre quienes hay aquellos que anidan todo en su corazón: culpa, arrepentimiento, redención, maldad y bondad, esfuerzos y caídas de Sísifo: Jean Valjean/señor Magdalena/ Ultimo Fauchelevent/ señor Blanco, Urbano Fabré: todos los nombres de todas las metamorfosis. El presidiario debía escapar de su condena –la de la ley, y del agente que no le permitiría hacerlo, -y la de la moral, encumbrándose por sobre sus propias miserias.
La vida es una ocasión para los puros.
Entre quienes hay bondadosos: monseñor Buendía, quien compró el alma de Jean Valjean perdonándolo por un nuevo robo tras terminar su condena de diecinueve años.
Entre quienes hay puros envueltos de utopías. Los jóvenes de la Sociedad de Amigos del ABC. “Nada mejor que el sueño para engendrar el porvenir. La utopía de hoy es carne y hueso de mañana”. Edificadores de barricadas, protagonistas de “la época de los motines” en el París de 1832, y “sin duda los motines tienen su belleza histórica, la guerra de las calles no es menos grandiosa ni menos patética que la guerra del campo”. Conocedores del París de las alcantarillas, porque el París subterráneo “ha sido sepulcro ha sido asilo. El crimen, la inteligencia, la protesta social, la libertad de conciencia, el pensamiento, el robo, todo lo que las leyes humanas persiguen, se ha ocultado en ese hoyo. Hasta ha sido sucursal de la Corte de los Milagros”.
Entre quienes hay fanáticos terribles: el inspector de policía Javert, que jamás permitiría a Jean Valjean escapar de su condena.
La vida es una disyuntiva permanente para los impuros: cuando atraparon a Champmathieu creyendo que era Jean Valjean, podría éste haber seguido su vida como el señor Magdalena, rico dueño de la fábrica de abalorios y alcalde querido del pueblo. Pero habría condenado injustamente a un inocente. Cuando Cosette protegida de Jean Valjean, amada como su propia hija, amó a Marius, Jean Valjean sintió celos y odio otra vez. Entregarla era volver a la pesada soledad. Pero quedársela era segar por egoísmo aquella joven vida.
El destino fatal de los miserables no es más que la serie infinita de casualidades: no otra cosa explica el encuentro de Thenardier, Jean Valjean y Javert en la emboscada de la casa Gorbeau que volvió a poner a Javert tras la pista de Jean Valjean.
Solo los Jean Valjean –los impuros- atraviesan todas las metamorfosis haciéndose otros y venciendo.
Otros –los puros y los fanáticos- si llegaran a cambiar, es algo impuesto, exterior a sí mismos extraño, y se derrumban. La última ocasión para Javert de devolver a la cárcel a Jean Valjean no la pudo tomar.
Javert y Jean Valjean, “el hombre hecho para servir y el hombre hecho para sufrir”.
Un acto de conciencia repentino, inesperado, ajeno a él mismo, se le impuso a Javert impidiéndole cumplir con su deber que era el único sentido de su vida, y por eso su vida perdía sentido.
Un continuo acto de conciencia, una continua, desmesurada, lucha al interior de su conciencia, empujaba a Jean Valjean a ser mejor. Y así, en esa lucha interior con su conciencia, “vencido, se sentía vencedor”.
La vida es un destino fatal; es una ocasión; es una disyuntiva; y envolviendo a miserables, a puros, a impuros, los somete a un continuo acto de conciencia, a la desmesura, que puede convertir al vencido en vencedor.
(Editorial Andrés Bello. Traducción de María Rosa Duhart)