
A partir de
Despatriarcado, de Dana Hart
“Cuando me casé, yo sabía que eso no iba a funcionar. Pero pronto el día se llenó de cosas y la noche continuaba cayendo a su lado. Hay una foto del día de mi matrimonio, en el que se lo puede ver, mirándome, sin comprenderme”.
Después, el hije, las tareas domésticas, los pesares cotidianos, el abandono compartido. “Hasta que tomé valor y lo eché. Lo eché y empecé a hacerme ideología y a hacerle ideología a mi bebé, respecto a que nuestra forma no patriarcal de vivir, sería satisfactoria”.
“Recuerdo esos días, tan llenos de reflexiones, cuando volvía a mi departamento, amamantaba a mi bebé, le veía crecer y pensaba en cómo hasta hace tan solo unos años atrás, se trataba de nacer y crecer en una sociedad patriarcal, que implicaba atravesar por una serie de experiencias, generalmente violentas, de múltiples formas. Una de cada cinco niñas sufría violencia sexual. Se nos imponían estereotipos obligatorios sobre el género y la orientación sexual. Se nos orientaba hacia ciertos oficios y profesiones. Se nos imponía una brecha salarial y sólidos techos de cristal en todos los ámbitos”.
Pero algo pasó.
Un día como otros, escucha en la radio que renunció el presidente. Y dejó de ser un día como otro. “El viento vuelve a soplar y el murmullo crece. Cientos de miles más salieron a las veredas. Madres. Padres. Niños. Niñas. Niñes. Primeras líneas. Abuelas. Abuelos. Música. Batucadas. Barricadas. Lienzos. Segundas líneas. Carteles. Ciclistas. Humo”.
Un grupo de mujeres se convoca para subir a la mina, se reúnen en los paraderos de los buses. “Cientos de mujeres paradas y sentadas, coparon los asientos y pasillos de un transporte que había sido hasta aquel día, tan típicamente masculino. Una a una, fueron llegando, ingresando a los túneles, sorprendidas por la enormidad de una ciudad subterránea nunca antes vista abriéndose ante sus ojos”.
Y cambia la vida. Reparten el trabajo el asalariado y el doméstico entre hombre y mujeres. “A las 12 hs. de todos los días, cuando la sirena suena, ellas toman el control de los espacios. Una vez en sus casas, los hombres expresan que consternados, al principio no sabían qué hacer, van a buscar a les hijes a la escuela y poco a poco comienzan a habituarse a un nuevo estilo de vida, a volver temprano al hogar, preparar la comida, cambiar el confort cuando está ya terminado, a incorporar nuevos hábitos, una nueva rutina. Y la posibilidad de desarrollar e incentivar increíbles habilidades, pudiendo dedicarle tiempo a pintar, cantar, escribir”.
Cambia la vida. “Igual que una plaga de langostas, las mujeres penetran todos los espacios, fabriles, industriales, académicos, oficinas, hospitales, ingresan a los edificios, rompen las cadenas que sujetan las puertas y mantienen abiertos los salones, se reúnen allí. Sus hijes corretean, tocan sus faldas o pantalones, no les pierden de vista. Mi bebé me acompaña a todas las asambleas, juega con les hijes de les demás. Los espacios cambian, se modifican ante su presencia”.
Y decidió registrarlo. Todas las voces de todas las mujeres. Sus diarios íntimos. Entrevistas. Estados de Facebook y Whatsapp. Noticias de los medios, los nuevos, los creados, por ellas, “Despatriarcado” empezando por su primer número, del 3 de junio. Ponencias en seminarios. Reflexiones, debates, discusiones, tensiones, temores, convicciones. Están allí Adriana Díaz, María Apablaza, Silvia Pizarro, Rosa Martínez, Mirna Orrego, Aylin Gatica, Catalina Quintay, Jimena Pérez, Emilia Céspedes. Mujeres protagonistas y anónimas. Leen, estudian discuten a Simone de Beauvoir, Gerda Lerner, Cristine de Pizan, Virginia Wolf, Virginia Despentes, Kate Millet, Betty Friedan, Angela Davies; Flora Tristán, Gregoria Apaza, Bertolina Sisa, Flora Tristán, Teresa Flores, Frida Kahlo, Violeta Parra, Juana de Arco; Karen Horney, Melanie Klein, Susan Cavin, Silvia y Emilce Dio Bleichmar. Todas, de ayer y de hoy y de mañana. Construyendo un mundo nuevo.
Utopía era una isla, quiere ser un mundo.
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