
A partir de
Helena, la mujer odiada (La Helena de Eurípides, 1)
Odia Electra a Helena, la esposa de Menelao rey de Esparta, porque su esposo Agamemnón, rey de Argos, y hermano de Menelao, se embarca hacia Troya en diez años de guerra que traerá solo calamidades cuando Páris se lleva a la hermosa Helena y su esposo decide ir en su busca. “¡Ah, qué de males y desventuras han sufrido los griegos a causa de esa Helena!”.
Males y desventuras personales. Apenas Agamemnón dejó Argos, su esposa Clitemnestra deja subir a su lecho a Egisto, y condena a su hijo, Orestes, y a sus hijas, Electra e Ifigenia.
Odia también Ifigenia a Helena, “la causa de mi ruina”, ya que por ir a Ilión el oráculo exigió a Agamemnón inmolara a Ifigenia y el padre se dispuso a hacerlo.
Odia Hécuba, esposa de Priamo, rey de Troya, y madre de Páris, a Helena por abandonar a Menelao iniciando así la destrucción de Troya, movida solo porque “viste a mi hijo ataviado con galas extrañas a los de tu país, todo resplandeciente de oro, y se te fue el alma en ansias de placer … pensaste que al dejar Esparta hallarías en Troya una opulencia que no podía ofrecerte Menelao. Sí, porque allí había raudales de oro. Eso hartaba tu vanidad y tu ansia de placeres”. Y agrega implacable: “mujer que traiciona a su marido sufra la muerte”.
Odian todos los griegos a Helena. Su propio esposo, Menelao, cuando la tiene ante sí una vez vencida Troya, se lo dice al negarle derecho a defensa: “¡Un juicio para ti! ¡No, no lo mereces! No te han juzgado los griegos en tribunal. El ejército todo te odia: te han entregado a mí para que yo resuelva, y para que te mate”.
Hermione, hija de Menelao, esposa de Neoptolomeo, pero a quien no puede darle hijos y los tiene con Andrómaca, cautiva tras la guerra de Troya, quiere matar a Andrómaca, que recurre a Peleo, padre de Aquiles, padre de Neoptolomeo, que la defiende a Andrómaca, que todo esto es causa de que Menelao desató una guerra terrible en Troya por culpa de Helena, “esa infame, la peor de las mujeres”, en vez de repudiarla.
El pueblo, al escuchar a Ulises relatando la guerra de Troya, lo justifica, es que a Helena, “no le importaba mudar hombres … ¡traidora! … Bastaba un macho con piernas duras y con un collar de oro al cuello, para que ella perdiera la cabeza… Y por eso dejó a Menelao. ¡Buen hombre, por otra parte! Nunca raza femenina llegó a esos excesos”.
Helena, “raza femenina”. Helena, la mujer. La mujer: culpable de vanidad y de placeres, traicionera, causante de la guerra, de males, desventuras y desgracias. Sin derecho a defensa, todo la odian.
(Editorial Porrúa. Versión directa del griego con una Introducción de Angel Ma. Garibay K.)