
A partir de
Ayax, de Sófocles
Ayax, la lamentación, ¡ay!
“¡Ay, ay! ¿Quién habría pensado nunca una vez que mi nombre coincidiría tan al pie de la letra con mis calamidades? Digo esto porque ahora yo estoy en situación adecuada para lanzar ayes de dolor dos e incluso tres veces, pues he topado con calamidades dignas de ello”.
Pero, ¿qué calamidades que asocian tan dolorosamente su nombre al lamento? Tenemos que remontarnos al comienzo, “fue decisivo aquel momento, inicio de estas desgracias, cuando se celebró entre los más aguerrido brazos, el concurso en que estaba en juego la armadura”. La de Aquiles: tras su muerte, se convocó a un concurso para asignarla. Ayax, el más fuerte, terror de Troya, creía merecerla: fue dada a Ulises, el más hábil para atraerse el favor de los jueces.
Ayax, se sintió deshonrado. Ayax decidió vengarse y matar a los hombres del ejército griego que así lo ofendieron.
Sufrió otra ofensa: Atenea le introdujo la locura y creyendo atacar a los hombres, mataba y torturaba al ganado del ejército. Todos se reían de él.
Ayax, el ofendido.
“¿De qué burla, de qué ofensa soy víctima?”.
Ayax, el rechazado.
“Y ahora, ¿qué procede que haga yo? Yo, que manifiestamente resulto abominable a los dioses, yo, a quien odia el ejército de los griegos y detestan Troya entera y estos campos”.
Ayax, lamentación, ofensa, rechazo.
Hay si motivos, instituciones, razones y sinrazones para encarnar todo esto, Ayax:
Justicia del castigo: Sin embargo, ¿no era justo que debiera lamentarse, ser rechazado, ser ofendido? Cuando partió a la guerra y su padre le aconsejó encomendarse a los dioses, lo rechazó y así, “se ganó la cólera de la diosa por ostentar pensamientos que no se correspondían a su condición de ser humano”. Cuando los jueces le negaron la armadura de Aquiles que creía merecer, se volvió contra sus amigos: “cuando creíamos que traíamos de la patria a Ayax en calidad de aliado a la vez que amigo de los griegos, hemos venido a descubrir en nuestra pesquisa, que andábamos detrás de un individuo peor enemigo que los troyanos”, denuncia Menelao revelando que Ulises investigó y confirmó que Ayax fue el autor de la matanza del ganado y que, peor, lo mató en la creencia de que eran los soldados del ejército griego.
Legitimidad de la justicia. Sin embargo, ¿no debía acatarse el fallo de los jueces? “vosotros ni aun en situación de inferioridad os vais a contentar nunca cediendo al fallo que por mayoría los jueces tuvieron a bien emitir … solo por haber resultado frustrados en vuestra aspiración a obtener aquella armadura”.
Cambio de valores, anacronismo de Ayax. Sin embargo, ¿no quedaba anacrónico Ayax afirmando su fuerza contra la inteligencia de Ulises? “Sin embargo, de acuerdo con este vuestro proceder nunca habría norma alguna que lograse imponerse, si a los que vencen con toda justicia les rechazásemos y a los de atrás los pasásemos adelante. Todo lo contrario: hay que impedir el triunfo de tan vil proceder, pues no son los hombres de más envergadura ni los de más anchas espaldas los más sólidos, sino que los que mejor cavilan son los que se imponen por doquier”.
Deleznable condición humana: Sin embargo, ¿no se trata apenas de lo que espera a todas las personas? Atenea advierte a Ulises mostrándole a Ayax arrebatado por la locura: “Entonces, conciente de que es tan deleznable la condición humana, no digas jamás ninguna bravata arrogante a los dioses … los dioses aman a los sensatos y detestan a los malvados”.
Inevitable resultado de las guerras: Sin embargo, ¿no debemos saber ya que “la pena con pena pena produce”, y la guerra es fuente de desgracias? “La incesante y continua desgracia de las cuitas sufridas con el blandir de la lanza en la región espaciosa de Troya, desdichado baldón para los griegos … la guerra que afecta a todos, y el uso abominable de las armas. ¡Ay penas progenitoras de penas, pues la guerra fue quien perdió a los humanos!”.
Ayax, lamentación, ofensa, rechazo: atenazado, condenado a esas calamidades, por motivos, instituciones, razones, sinrazones.
Entonces, ¿qué procedía hacer? Con su espada, la que había sido de Héctor, su mayor enemigo y que justamente le ganó en batalla, se suicidó.
Arriesgada afirmación de sí: la de su fuerza sin el concurso de los dioses ni el consejo de sus mayores al partir a la guerra; la convicción de merecer el reconocimiento (la armadura de Aquiles); la convicción de castigar con su propia mano lo que cree injusto; el rechazo a la vida si la vida lo rechaza.
Ayax, lamentación, ofensa, rechazo, para la insolencia de la afirmación de sí.
(Altaya. Traducción: José Vara Donado)