
A partir de
Las aventuras feministas de Belén de Sárraga, de Dana Hart
Belén, sus veinte años españoles preservándose, sus veinticinco años argentinos enfrentando opresiones, sus treinta años sudamericanos dando el paso. Una y muchas, “respondiendo a diferentes frentes de batalla, tratando de ganar en todos”.
“Muchos destinos eran posibles, fijé el dedo índice en el mapa y lo recorrí de norte a sur, buscando la ubicación perfecta … seguí buscando con el dedo, que se posó en América, queriendo simular ser un ave que se posa sobre una flor en la primavera. América me pareció una buena idea. América del sur por supuesto … No es que quisiera escapar. Es que, simplemente, quería seguir adelante. Enfrentar nuevas experiencias, aportar, conocer nuevas personas, cambiar el mundo.”.
Y Belén, dio el paso, rompió con todo lo esperado, mandatado. Le anunció a su esposo que partía, con sus hijos, Volney y Demófilo, y con su abuela Nora. Una nueva historia iniciaba ahora, ya otros viajes la habían llevado por la propia España y Europa, una nueva aventura que quería cambiar la historia. “Así que estrujé como pude todas mis cosas y me aseguré de no dejar huella alguna, pretendiendo ser borrada, por mí misma, para que esa Yo que existía hasta aquel día, quedara atrás para siempre, junto a la puerta abierta y rota de la jaula que intentó contenerme”.
Llega, a Uruguay primero, desde España, tu país Belén de Sárraga, “qué distancia traigo, envuelta en libros y en un mensaje anti-clerical, para contribuir a librarse de ellos”.
Belén, sus lecturas, en el viaje. La Galatea de Cervantes. Ilusiones Perdidas de Balzac. Lee, y escribe. Artículos para distintos diarios, polémicas, algunos libros.
Y al mismo tiempo, se dedica a organizar el Congreso de Buenos Aires previsto para 1910, con compañeras, Paola, Julieta, Berni, Débora y Tina, también con Aaron, por su rol en las huelgas sindicales. A fortalecer el movimiento de mujeres para “emancipar a las mujeres”.
Le guía la esperanza y la lucha, saludando a todas con un “me alegra infinitamente verles. Sus ojos radiantes me recuerdan que la humanidad tiene aún una esperanza de redención. Espero que la llama que habita en nosotras no se extinga nunca”. Se dedica inmediatamente a impartir sus famosas conferencias, allí, alienta, anima, organiza, “fijemos un cuadro de felicidad y marchemos hacia él sin preocuparnos si Dios quiere o no. Basta para el triunfo de cualquier idea generosa que queramos nosotras”. Las prepara, con sus ideas, y con las que recoge de las mujeres que va conociendo y hablando. Impulsa la formación de Asociaciones de Pensamiento Libre, con sus periódicos; más tarde, ya en Chile, sería los Centros Belén de Sárraga.
La redención, ¿qué costo tiene? Ya ha dejado atrás una vida, ya quiere abrir una vida nueva. ¿Basta que queramos nosotras”? Una larga aventura por América del Sur lo iría respondiendo, un tiempo de ayer a hoy traído, también.
Iba “pueblo a pueblo, ciudad a ciudad, íbamos escuchando las historias de las mujeres, niñas, niños, hombres trabajadores, que nos narraban las barbaridades a las que estaban sujetos, condicionados, la explotación laboral, los abusos, la pobreza”. Iba, país a país. Uruguay, Argentina, Brasil, Venezuela, Puerto Rico, Cuba, México, Guatemala, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile.
En sus viajes, entre próceres, no de los oficiales. Emiliano Zapata y Francisco Villa en México. Luis Emilio Recabarren y Teresa Flores en Chile, sin faltar Luis Cometa y Julia; Elena Caffarena; Teresa Wilms Montt. En Argentina, Julieta Lanteri.
Llegó a Chile en un barco que bajaba hasta Valparaíso, allí “la primera impresión que tuve al llegar fue la de una ciudad amontonada, que es en general la forma de toda ciudad portuaria. Pero Valparaíso en particular, me dio la sensación de que árboles, cerros y gentes iban a caérseme encima. Una vez más cerca de esa ciudad, me enamoré de inmediato. Había algo en la atmósfera de Valparaíso que me atraía a seguir, algo obrero, que me recordaba la consolidación de la consciencia en sus muros”.
Pero llega por momentos el desaliento. Organiza, escribe, dicta conferencias, y en cada país, su misma miseria, “el mundo seguía girando, no lográbamos dar con la tecla que lo frena”. Duda. Duda de sí misma, duda de todo. Pero sus enemigos, burgueses, clericales, la atacan, y con ello aumenta su popularidad, y la buscan y siente la responsabilidad y el orgullo. Una voz que corre como el viento.
Transforma, y se transforma. “Me han dicho antes que mi mirada parece juzgar, seriamente, las acciones, que atemoriza. Pero cuando yo me veo, en el espejo, veo libertad. Cuando era niña pensaba que la gente debería ser bella según la cantidad del brillo en sus ojos, como si fuese la única y verdadera vara de medida. Sentía, que si esa fuera la vara de medida de la belleza, el brillo de los ojos, yo sería la más bella entre las bellas”. Descubre, se descubre, tiene sexo, sin prejuicios, no como antes con su marido.
Y vienen los ataques, no solo de palabra, aquellos que buscan destruirlas, mujeres. Con ácido, un hombre que la creía suya. Con una capucha en una comisaría, unos militares que la querían vencida. Es que, como le había sucedido en España años atrás cuando intentaron matarla mezclando veneno en una copa de sidra, “un hombre, sin sentimientos de culpa ni remordimientos, intentó acabar con mi vida, para acabar al mismo tiempo, con la causa que defiendo, que no es otra que la causa del pueblo oprimido”; otro clavándole un cuchillo. Belén de ayer, Belén de hoy.
La redención, ¿qué costo tiene? Ya ha dejado atrás una vida, ya quiere abrir una vida nueva. ¿Basta que queramos nosotras”? Una larga aventura por América del Sur lo iría respondiendo, un tiempo de ayer a hoy traído, también.
¿Importa la pregunta?
Tal vez no. “Muy seguido me da un brote. En mi cabeza, aparece una idea, que sí, es un brote de originalidad, que no me deja dormir, que no me deja pensar en otras cosas. También dirán, los mal hablados, que es una idea fija. Para mí es un brote, algo nuevo que clama por su lugar, pide a gritos que le hagan espacio, en donde fuere, incluso tratándose, del interior de mi pobre cabeza. Un brote, como el que da la naturaleza, pero que a diferencia de ésta, ya no puede cortarse. No hay forma de cortarle, no se puede matar, ni desterrar, ni arrancar, ni desmalezar”.
Tal vez sí: fue todo esto después de, sinuosamente desde su infancia hasta su juventud, terminar siendo esposa y madre, es decir, aquella destinada a “las tareas del hogar (que) eran vistas como tareas repugnantes, de menor categoría, que solamente podían hacer las mujeres o las esclavas o las trabajadoras asalariadas precarizadas o una madre que es la conjugación de las tres cosas, pero sin salario alguno”. Y con estos costos que toda mujer carga, los que agregan las circunstancias, las derrotas que llevaría la Primera Guerra Mundial en un inicio tornando todo en contra.
Pero, las derrotas también enseñan tienen su aprendizaje, y encuentran en mujeres fuertes, Belén, ese momento, “el momento más revolucionario de una persona, es en cuanto el deseo, se le sincroniza con sus ideas”, y todo lo vence.
Belén de ayer, Belén de hoy. La redención, ¿qué costo tiene? Ya ha dejado atrás una vida, ya quiere abrir una vida nueva. ¿Basta que queramos nosotras”? ¿Importa la pregunta? La larga aventura de toda una vida lo fue respondiendo, un tiempo de ayer a hoy traído, Belén de ayer, Belén de hoy.
(Como excepción, una excursión. Hay un sujeto del enunciado, un punto de vista del narrador, que define un estilo. Pero también un contenido. Refiriéndose a la lira popular chilena, Pamela Tala Ruiz, señala ésta “se desplaza indistintamente entre un yo individual y un yo colectivo. Incluso en muchas ocasiones, aunque la opción enunciativa sea la primera persona singular, esta representa una amplitud semántica que se identifica con características de todo el grupo”. Muy a propósito de nuestra Belén y sus aventuras feministas.
Y es que la literatura feminista, no sólo la literatura escrita por mujeres -todo otro tema en debate y reflexión-, da, puede dar, “estas ficciones (que) no reifican la noción de identidad ni cierta épica de la primera persona –‘ser’ mujer, ‘ser’ lesbiana, ‘ser’ feminista-, sino que ensayan la potencia de decir ‘yo’ para contar una comunidad”, define Florencia Angilleta.
Apunta María José Punte que se trata de “una enunciación que funciona (o debería funcionar) como una interpelación. Frente a éstas, no es posible que la sociedad haga oídos sordos”.
Una asociación difícil: Borges, al menos en un momento, año 1921, sostenía que “la personalidad, el yo, es solo una ancha denominación colectiva que abarca la pluralidad de actos de conciencia”.
Hay también una voluntad en este sujeto del enunciado que describe María Negroni, escribir en primera persona para “habitar esos universos”.
Hay un punto de vista temporal que le acompaña. No solo ese tiempo que cursa desde el final hacia el principio fluyendo en contra -tan en contra como en contra tuvo que ser la vida y la lucha de Belén-; también esas alusiones a otros, estos, tiempos, que nos trae a Belén la de ayer, a las muchas Belenes que hoy día se pueden parar sobre sus hombros).
(Disponible en: https://danahartescritora.com/libros/)