
A partir de
En la Piel Rebelde de Carmen Serrano, de Dana Hart
Ese lugar arañado por las mujeres, lo que los mineros tenían que “arañar paredes para tener una moneda que les otorgara el alimento”. Sin embargo, allá por 1920, las mujeres no podían bajar a las minas. Pero, “la vida privada no es lo mío”, y, disfrazada de hombre, se sumaba a la lucha. No reconocida, no. “Se dice que todo esfuerzo tiene su recompensa, yo creo que la redención no tiene nombre”, se lamenta, pero no se resigna, Carmen.
Otras veces se daba fuerza en Delfina, su amiga, de esas mujeres que “cuando te miraba, confiabas en ella, daba la impresión de ser la reina de un reino que no existió nunca, pero que fue próspero y diverso”.
Cuando toman la palabra, en vez del silencio y la escucha, “queda siempre un murmullo, un ruido sordo que promete ser una falta de respeto”.
Valientes, se arrojan a las vías del tren que lleva la represión policial contra la huelga. ¿Se acuerdan? No, ¿cierto? “Nadie cuenta esas historias, o da la impresión de que no les importaran”.
Valiente, “los disfraces eran lo mío”: de arena, de jinete, de vendedor ambulante, de muerta incluso. Para llegar a la mina y sus luchas. A la vez que libraba otras batallas, contra las agresiones machas de sus hombres.
Disfraces, envolturas de lo real. Fue herrera, y actriz, y luchadora proletaria nacida en Punta Arenas y viviendo en todo Chile. “Escribí y dejé dicha la verdad en palabras que no pudo llevarse el viento”, palabras, materia de lo pasado.
Sin nombre, redimiendo. En un lugar que no existió nunca, pero que fue próspero y fue diverso. Historias olvidadas, que cambiaron la historia. ¿Acaso no existe lo que, rebelde, está allí siempre, a pesar de todo, contra todo, aunque no quieras reconocerlo, ni aceptarlo?
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