
“Vemos a unos supervivientes en una balsa llamando a gritos a un barco diminuto en el horizonte. Nuestra suposición inicial es que éste el momento que conduce a un rescate…
Hay veinte figuras a bordo. Dos están haciendo señales activamente, uno indicando enérgicamente, dos suplicando vigorosamente, y uno que ofrece apoyo muscular a la figura subida al barril que hace ondear la tela: seis en favor de la esperanza y el rescate. Luego hay cinco figuras (dos postradas boca abajo, tres decúbito supino) que aparecen muertas o moribundas, más un viejo con barba blanca de espaldas al Argus ya avistado y en postura de duelo: seis en contra. En medio del espacio hay ocho figuras más: una medio suplicando, medio ayudando; tres observando al hombre que agita la tela con expresión indefinida; uno observando con angustia; dos de perfil examinando, respectivamente, las olas que han pasado y las olas que vienen; y una oscura figura en la parte más tenebrosa y deteriorada del lienzo, que tiene la cabeza entre las manos…
Así la estructura queda equilibrada, seis a favor, seis en contra, ocho no saben… la figura doliente de la izquierda, la única que nos mira. Sostiene en su regazo a un hombre más joven que está indudablemente muerto. El anciano da la espalda a todos los vivos de la balsa: su actitud es de resignación, pena, desesperación; destaca aun más por su cabello gris y la tela roja que lleva alrededor del cuello … su presencia se convierte en una fuerza tan poderosa dentro del cuadro como la del hombre que hace señales … Esta figura nos incita a interpretar ‘Escenas de naufragio’ como una imagen de la esperanza burlada”.
Intepretar la representación. Los hechos fueron otros, o algo más que este momento, y significaron un escándalo político en la Francia de 1819: hubo canibalismo, amotinamiento, negativa a rescatar los supervivientes, tal, que el cuadro no se llamó ‘La balsa de la Medusa” sino que se presentó en el Salón con el título ‘Escenas de naufragio’.
“Pero la pintura que sobrevive es aquella que perdura más que su propia historia … El tiempo disuelve la historia y la convierte en forma, color, emoción. Modernos e ignorantes, reinventamos la historia”.
“El cuadro se ha desprendido del ancla de la historia. Ya no es ‘Escena de naufragio’, y mucho menos ‘La balsa de la Medusa’. No es que simplemente imaginemos los atroces padecimientos en aquella embarcación fatal; no es que simplemente nos convirtamos en los sufridores. Ellos se convierten en nosotros. Y el secreto del cuadro se halla en la pauta de su energía. Mírenlo una vez más: la violenta tromba marina que crece en esas musculosas espaldas cuando se tienden hacia la mota del buque salvador. Toda esa tensión, ¿con qué fin? No hay ninguna respuesta formal a la principal oleada del cuadro, como no hay respuesta a la mayoría de los sentimientos humanos. No únicamente a la esperanza, sino a cualquier pesado anhelo: la ambición, el odio, el amor (en especial el amor). ¿cuán raramente encuentran nuestras emociones el objeto que parecen merecer? Qué inútilmente hacemos señales; qué oscuro el cielo; qué grandes las olas. Todos estamos perdidos en el mar, zarandeados entre la esperanza y la desesperación, llamando a algo que tal vez nunca venga a rescatarnos. La catástrofe se ha transformado en arte; pero éste no es un proceso reductor. Es liberador, engrandecedor, explicativo. La catástrofe se ha transformado en arte: eso es, después de todo, para lo que sirve”.
“Y allí está: el momento de suprema agonía en la balsa, elegido, transformado, justificado por el arte, convertido en una imagen medida y sopesada, luego barnizada, enmarcada, colgada en una famosa galería de arte para iluminar nuestra condición humana, fija, definitiva, siempre allí. ¿Es eso lo que tenemos? Pues no. Las personas mueren; las balsas se pudren; y las obras de arte no están exentas”.
Un comentario en “ARTE Y LITERATURA. La balsa de la medusa, Gericault. Julian Barnes”