
Diálogos. Dos soledades. Un diálogo sobre la novela en América Latina. Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez
(No es novela ni cuento, a quienes aquí acogemos. Pero escrita por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también lo acogemos).
En el diálogo, siguen escribiendo. Mario Vargas Llosa, su ‘Historia de un deicidio” sobre ‘Cien años de soledad’ y Gabriel García Márquez. Los temas los pone Vargas Llosa, las respuestas García Márquez.
Nos hablan de todo aquello que parece anacrónico (¿lo es?): la política (lo político podría decirse hoy), la función de la literatura. Pero también, los motivos, el impulso de ser, de hacerse, escritor: las obsesiones, los demonios, un “conflicto personal”.
Hablaron del “boom” de la literatura de América Latina con el explosivo (vale entonces para mí la interjección, “boom”, que los denominó) reconocimiento que alcanzaron. Y quieren entenderlo, y entenderse. Se refirieron a hechos: si se trató de un “boom” de escritores, o de lectores, de la producción o la recepción, o del contexto. Pero hay, se desprende, otra fuente, que escapa a estos hechos. Una tensión.
Es que, aunque un aspecto pareciera subsumir al otro, lo político a lo personal, acaso la explosión creativa del “boom de la literatura latinoamericana” descanse en la subterránea tensión entre ambos.
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Podemos ver entonces que sobre “la función del escritor”, aparece lo político en primer lugar. “Escribo para que mis amigos me quieran más. Pero después, analizando el oficio del escritor, pienso que seguramente toda literatura, y sobre todo la novela, tiene una función. Ahora no sé si desgraciada o afortunadamente, creo que es una función subversiva, ¿verdad? En el sentido de que no conozco ninguna buena literatura que sirva para exaltar valores establecidos. Siempre, en la buena literatura, encuentro la tendencia a destruir lo establecido, lo ya impuesto y a contribuir a la creación de nuevas formas de vida, de nuevas sociedades, en fin, a mejorar la vida de los hombres”. Una función que no es conciente, resultado de un propósito explícito del escritor. “Si esto es previsto, si es deliberada la fuerza, la función subversiva del libro que se está escribiendo, desde ese momento ya el libro es malo”.
Pero junto a esta dimensión, se entremezcla, tímidamente, subsumida en aquella, otro motivo en el que descansa el impulso de la creación de ficciones. “El escritor siempre está en conflicto con la sociedad; más aún, tengo la impresión de que se escribe como una forma de resolver ese conflicto personal del escritor con su medio”. Un “conflicto personal”, Vargas Llosa dirá “obsesiones” (y más tarde “demonios”). García Márquez rechaza ‘El coronel no tiene quien le escriba’, ‘La mala hora’, ‘Los funerales de la Mamá Grande’ por haber sido escritos como temas concientes que se autoimpuso ante los años de “la violencia” en Colombia.
¿Por qué? Precisamente porque en la creación literaria hay, también, otros elementos. Y aquí encontraremos otra tensión: entre la historia, aquello que se narra, y la técnica.
“Cuando yo me siento a escribir un libro es porque me interesa contar una buena historia”. Aquí hay otras valoraciones. Comenzando por esta tan sencilla: querer contar una buena historia, algo que a veces se pierde o se difumina en los afanes de innovaciones técnicas.
Y por eso (y no solamente por el carácter de cada uno, más teórico Vargas Llosa, menos teórico García Márquez) no se detendrán tanto en estas últimas. Y hablando de los elementos que hacen a la calidad literaria, hablaron de otros componentes. Primeramente “que la historia le guste al lector”, y, al mismo tiempo, al autor o autora. Siguiendo por contar historias basadas en experiencias personales y por historias familiares; por la importancia creativa de la imaginación; por la influencia cultural, de las lecturas; por la influencia de la realidad histórico- social. Entonces, “el problema máximo, convertir todos esos materiales, todos esos ingredientes, en literatura”, lo mencionan y pasan rápidamente por ser “un problema puramente técnico”. Pero que, sin embargo, representa una tensión más: García Márquez dijo tener la historia completa, incluso el primer famoso párrafo, incluso una de las primeras imágenes fuertes (el hielo que lleva Melquíades), muy tempranamente, en su adolescencia, pero que no pudo escribir ‘Cien años de soledad’ porque le faltaba ese dominio del lenguaje que es una de las bases de la técnica literaria: “tuve que buscar un lenguaje que era el apropiado para contar esas cosas”, “lo que me creó un problema de muchos años era el tono, el lenguaje del libro”
Tal vez pareciera que diferentes épocas (literarias) pudieran definirse por la subsunción de un aspecto sobre el otro, en aquel ayer, lo político por sobre lo personal; en este hoy, lo personal sobre lo político. Y tal vez en ciertos momentos fuera así.
Pero, acaso, la fuente de las explosiones creativas sea la tensión -la convivencia y la rivalidad- entre ambos, que, quizá, hoy esté ausente.
(Como excepción. Se habla hoy de si hay, o no, un “boom” de la literatura escrita por mujeres. Algunas, y algunos, lo rechazan porque asocian “boom” con estrategias comerciales; por haberse tratado de un selección de solo escritores hombres; porque habría una estrategia editorial, ahora, de aprovechar el relieve del movimiento de mujeres; porque, al menos algunas escritoras, rechazan hablar de literatura de mujeres, o de género, o feminista, reclamando no un tratamiento particular sino ser consideradas a la par que los escritores hombres en el ancho mundo de la literatura (aunque, dicho sea de paso, en el ancho mundo “real”, no solo el ficcional, campean las diferencias de todo tipo). Probablemente hay algo de todo esto y mucho más; probablemente, exista este “boom” de la literatura escrita por mujeres, y se explica por aquella tensión, actualizada, entre lo político y lo personal, que, a su vez, entronca con algunas de las históricas afirmaciones del movimiento feminista, entre ellas, la de que “lo personal es político”).