
Diálogos. La mirada quieta (de Pérez Galdós). Mario Vargas Llosa
(No es novela ni cuento, a quienes aquí acogemos. Pero escrita por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también lo acogemos).
El hilo que recorre la desigual (como en casi todos los escritores) literatura de Benito Pérez Galdós, es algo que, visto desde hoy puede parecer anacrónico (¿lo será?) y visto desde su época algo adelantado, al menos en estos términos: la del “escritor comprometido”. Es que se trata de “contar en novelas la historia y la realidad social del país”, el “gran problema social en España -la distancia sideral que separa a los pobres de los ricos”, y que, en su crítica, concentra en el peso de la Iglesia y de un catolicismo ultrarreaccionario, aunque su solución “ingenua” sea dentro del pensamiento cristiano (la caridad, la buena voluntad de los ricos de dar a los pobres y equiparar la situación social), concentra en la sucesión de guerras y sublevaciones que parecen dejar todo igual, y concentra en la condición, sometida, de la mujer.
Lo distintivo es su modo de abordarlo: la “mirada quieta”: “El mérito de Galdós no es sólo haber documentado con novelas todo ese período, sino cómo lo hizo: con objetividad y un espíritu comprensivo y generoso sin parti pris ideológico, poniendo la moral por encima de la política, tratando de distinguir entre lo tolerable y lo intolerable, el fanatismo y el idealismo, la generosidad y la mezquindad en el seno mismo de los adversarios. Esto es lo que más llama la atención al leer sus novelas, sus dramas y sus Episodios: un escritor que se esfuerza por ser imparcial. Su actitud da la impresión de congelar a la España de entonces en una mirada quieta y objetiva, que inmoviliza aquello que quiere narrar para dar una visión más fidedigna de lo narrado”.
Es algo que valora, y es que, las propias opiniones políticas e históricas es “algo que forma parte también de la crítica literaria” -algo más que podría parecer (¿lo será?) un anacronismo.
Aquel modo de abordarlo es algo que también valora. Porque hace al acto de leer, “es lo que más llama la atención al leerlo”. Hay otro vínculo entre escritor y lector: su carácter y su personalidad, que se trasfunde a sus personajes, crea “un clima, una atmósfera, en la historia del libro”, y esto es algo importante para el lector: en un caso lo muestra en su lado negativo: en el análisis de la obra de teatro ‘La fiera’, “el final -que ocupa todo el tercer acto- es melodramático y hay que tener mucha simpatía por la obra de Pérez Galdós para creer lo que se dice en él y aceptarlo”. ¿Y no leemos todos así, con nuestras simpatías (o lo contrario) que nos predisponen a aceptar y querer un libro, o alguna parte de un libro de un autor, una autora, que queremos?
También, aún tratándose de este tipo de literatura, “comprometida”, histórica, social, política, aborda su “técnica”. Revisando ésta a partir de; la historia que relata, de la prosa (donde incluye diálogos, personajes, lenguaje), de la decisión sobre el narrador. Puntualizando los aspectos más criticables a lo largo de toda la obra de Pérez Galdós: Una, “las grandes palabras” “una adjetivación sobrecargada y pretenciosa, en la que el lector se extravía”). Otra, darla a la impresión sin versiones corregidas (refiriéndose a una de “sus malas novelas”, la explica porque “tal vez, don Benito Pérez Galdós, no rehacía casi lo que escribía limitándose a mejorar el original con notitas superpuestas. Las primeras versiones eran las definitivas”). Otra más, el ser pre- flaubertiano, no decidir, no crear, al narrador de sus historias (“Pérez Galdós no entendió nunca lo que Flaubert enseñó al mundo. Ya lo dije pero vale la pena repetirlo: que la invención del narrador es el primer y más importante paso que debe dar quien se dispone a escribir una novela. Las posibilidades son sólo dos: un narrador omnisciente que, como Dios, lo sabe todo y está en todas partes (pero no se muestra a los lectores, aunque a veces sí), o un narrador- personaje que, como tal, sólo sabe lo que los personajes pueden saber”).
Pero, acaso, su criterio mayor para juzgar una obra descanse en dos aspectos principalmente. Uno: la historia que narra, “lo esencial del relato: lo que en él ocurre”. El otro: si agrada a la lectura.
Y acaso, este criterio mayor, sea el más valioso para nosotros, lectores comunes.