Píldoras de la crítica. Las 500 libras de Virginia y los 1000 escudos de Amantine (George Sand)

Píldoras de la crítica. Las 500 libras de Virginia y los 1000 escudos de Amantine (George Sand)

(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)

Hay una decidora coincidencia entre la afirmación de Virginia Woolf de que «una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas … Démosle una habitación propia y quinientas libras al año, dejémosle decir lo que quiera y omitir la mitad de lo que ahora pone en su libro y el día menos pensado escribirá un libro mejor», y la vida de Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant (George Sand).

Recuerda George Sand que “mi manera de vivir cambiaba, salía, paseaba mucho durante el otoño. Bosquejé una especie de novela que nunca salió a la luz; después de leerla encontré que no valía nada, pero que era capaz de hacer algo mejor, y que no era peor que muchas otras que permitían vivir mal que mal a sus autores. Descubrí que era rápida para escribir, y que lo hacía con facilidad y por largo rato sin cansarme; que mis ideas, enredadas en mi cabeza, se despertaban y se ensamblaban por la deducción, al correr de la pluma; que en mi vida de encierro había observado mucho y captado a fondo los caracteres que la casualidad me había puesto delante, y que por lo tanto conocía bastante la naturaleza humana como para pintarla; en suma, que de todas las actividades de que era capaz, la literatura era la que me ofrecía más posibilidades de éxito como profesión y también, admitámoslo, como medio de vida.

… en medio de esta verdadera vida monástica que yo hacía en Nohant, en la que no faltaba ni la celda, ni el voto de obediencia, ni el silencio ni la pobreza, de pronto se manifestó la necesidad de vivir por mi cuenta.

… En nuestra sociedad hipócrita, la falta de dinero acarrea una situación insoportable, la miseria espantosa o la absoluta impotencia.

… Es lógico que al no poder aportar a mis proyectos literarios ni un talento consagrado, ni conocimientos especiales, ni recuerdos de una vida particularmente rica, ni conocimiento profundo del mundo, yo no tuviera ninguna ambición. La ambición se asienta en la confianza en sí mismo y yo no era tan ciega como para confiar en mi limitado genio. Me sentía rica de un capital muy reducido: el análisis de los sentimientos, la descripción de algunos caracteres, el amor a la naturaleza, la familiaridad, si se pudiera decir así, con las escenas y costumbres de la campaña; esto bastaba para comenzar…

Cuando hube madurado mi resolución de probar fortuna, o sea de obtener la renta de mil escudos con que siempre había soñado, comunicarla y ponerla en práctica fue cosa de tres días…

Se instala en Paris. Se quiere “poner al día con las cuestiones, las ideas y las cosas de mi época”. Ir al teatro. Leer. “Balzac decía: ‘Es imposible ser mujer en Paris si no se tienen veinticinco mil francos de renta’. Y esta afirmación lapidaria era doblemente cierta para la mujer que quería ser artista.

Recorre las calles de Paris. “Pero sobre el suelo de Paris yo era como un barco sobre un vidrio. Los zapatos finos se me rompían en dos días, las medias me estorbaban, no sabía recoger mi vestido, me fatigaba y resfriaba, y veía a los zapatos y vestidos, amén de los sombreros de terciopelo, estropeados por las goteras y convirtiéndose en harapos con increíble velocidad … había consultado el problema con mi madre … Ella me había dicho: ‘Es muy fácil a tu edad y con tus costumbres; cuando yo era joven a tu padre se le ocurrió que me vistiera como un muchacho. Mi hermana hizo lo mismo, y así íbamos a todos lados a pie, con nuestros maridos, al teatro. Significó una gran economía en nuestros hogares’. La idea al principio me pareció divertida y después muy inteligente.

Escribió ‘Indiana’. Pero “no me había preocupado por el nombre que pondría en las tapas. En realidad, había decidido guardar el anonimato. Esbocé una primera obra, que Jules Sandeau revisó completamente. Delatouche lo había bautizado con el nombre de Jules Sand. Esta obra trajo otro editor, que pidió otra novela con ese seudónimo. Yo había escrito ‘Indiana’ en Nohant, quise entregarla con el nombre solicitado; pero Jules Sandeau, por modestia, se negó a cargar con la paternidad de un libro ajeno. Eso no le interesaba al editor. El nombre es todo para la venta, y el seudónimo había prendido, querían conservarlo a toda costa. Consultaron a Delatouche que resolvió la cuestión con un arreglo: Sand quedaría tal cual, yo debía elegir otro nombre que sólo usaría yo. Elegí sin detenerme a pensar mucho el de George … ¿Qué es un nombre en nuestro mundo revolucionado y revolucionario? Para los que no hacen nada, es como un número, para los que trabajan y luchan es como una enseña o una divisa. El que me dieron, lo hice yo sola, con mi trabajo”.

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