
A partir de
Quiltras, de Arelis Uribe
“Mi mamá no tenía pololo pero tenía a mi hermano, que era lo mismo, con la diferencia de que ni ella ni yo íbamos a poder expulsarlo de nuestras vidas, nunca. Mi mamá era nana, la tuya vendía productos Avon. Tu papá era camionero y como tenía su propia máquina igual ganaba bien, pero dejó de ayudarlas cuando tu mamá lo echó. Fue su venganza. Mi papá había tenido un negocio de pollos asados en Estación Central, que funcionó hasta que se enfermó. De ahí todo se jodió”.
Después, “lo bueno fue que nos juntamos”.
¿Por qué, para qué? “Empezamos el preu … a jugar a que el futuro era prometedor si es que estudiábamos”.
Hubo historias de amor que la dejaron rara: Francisco, el pololo de su mejor amiga tenia sexo con su mejor amigo Jonás. No se lo pudo contar a su amiga.
Llegó el día de la prueba de admisión a la universidad. “El profe compró el diario y vimos una noticia que decía que nuestro puntaje correspondía al de una niña que vivía en Ñuñoa, hija de profesionales con sueldos arriba del millón de pesos. Nunca entendí lo que medía la prueba, lo que en realidad reflejaban esos puntos”.
¿Qué mide ese puntaje?
El juego de un futuro prometedor para unas chicas de San Bernardo que puedan parecerse a unas chicas de Ñuñoa. En el puntaje.
Es que el puntaje de su mejor amiga solo le daba para entrar a una universidad de Valparaíso, y la mamá le dijo que de dónde sacarían la plata para eso. “Trabajaste todo el verano en el Plaza Vespucio, de lunes a sábado, para juntar plata. Yo conseguí pega de empaque en un supermercado de Santa Rosa”.
Mide, disimulándola, la medida de la distancia social.
Que triste realidad, contada con aparente simpleza, o resignacion?
Me gustaMe gusta