
“Hay muchos cuadros enigmáticos de los que siempre he querido conocer su verdadero significado, pero hay uno, El grito, del pintor noruego Edvard Munch, cuyo horror paralizó cualquier ánimo de indagar. Ahora sé qué grita ese rostro desdibujado por una expresión que reúne todo el humano terror, el humano miedo, el humano desamparo. Grita: ‘Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen’ …
Aprendemos a golpes que nos humillan … víctimas de una guerra que pudo ser evitada …
El grito de Munch salió de las pinacotecas y se instaló en las calles de [la guerra de] Irak …
Aprendemos a golpes, pero ¿aprendemos todos?
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“Algunas viejas pinturas flamencas enseñan dos ejércitos formados en la campiña poco antes de la batalla. Los críticos y profesores de arte deshumanizan al extrapolar lo que hay de verdad en esos hombres y aluden solamente a la perfección del pincel, al talento del artista. Nadie menciona el miedo de los que forman la primera fila, seguros de ser los primeros en caer, ni el horror de los de segunda y tercera filas, seguros de caer sobre los cuerpos de sus camaradas. Ningún artista pintó jamás el después de la batalla, el regreso de los sobrevivientes, de los pastores, artesanos, campesinos, orfebres y estudiantes convertidos en homicidas”.
