ARTE Y LITERATURA. Mujer que llora, Picasso. Siri Hustvedt

“Miro Mujer que llora de Picasso y, antes de detenerme a analizar lo que estoy viendo para hablar de la forma, el color o el estilo, detecto en el lienzo un rostro, una mano y parte de un torso y reacciono ante la imagen de forma emocional e inmediata. El cuadro me perturba. En las comisuras de la boca advierto una tensión. Quiero seguir mirando y al mismo tiempo esta figura me repele. Aunque estoy mirando una persona que llora, me parece un retrato cruel. ¿Qué está sucediendo? El rostro es el locus de la identidad, la parte del cuerpo a la que prestamos atención. No reconocemos a las personas, por íntimas que sean, por sus manos y sus pies.

La figura que tengo delante no es naturalista. ¿Cómo sé siquiera que es una mujer? Interpreto el cabello, las pestañas, los festones de su pañuelo y el contorno redondeado de un pecho femenino.

La «mujer que llora» es una imagen de dolor completamente externalizada … Lo que siento hacia la mujer que llora es algo más complejo que se halla entre la implicación subjetiva y la distancia objetivante. La perspectiva del rostro de la mujer está dislocada. Veo una nariz y una boca angustiada de perfil, pero con los dos ojos y los dos orificios nasales también visibles, lo que crea la paradoja de un estremecimiento paralizado: el pecho agitado por los sollozos y la cabeza que se mueve hacia delante y hacia atrás. Las lágrimas están representadas como dos rayas negras con pequeños círculos bulbosos debajo. Los violetas, azules, marrones sombríos y negros son los colores asociados culturalmente con la tristeza en Occidente. Cantamos blues y vestimos de negro cuando estamos de luto. Y el pañuelo que se lleva al rostro evoca una cascada. Las líneas negras de sus pliegues me hacen pensar en más lágrimas, un torrente de lágrimas. Pero ella también es una desconocida. La mano visible que alarga, con el pulgar y dos dedos, tiene unas uñas que parecen cuchillos y garras. Este dolor tiene algo de peligroso, y de ligeramente ridículo. Fíjense en que la oreja está al revés. La historia del arte narra siempre una historia. La pregunta es: ¿cómo contarla? ¿Cómo influye la manera de contar la historia en mi forma de mirar e interpretar el cuadro?”.

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