La traición, de Jorge Fernández Díaz

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La traición, de Jorge Fernández Díaz

Alrededor del senador progresista Sebastián Bonet, se desarrollan complots, muertes, violencias, conspiraciones, operaciones.

Su mujer Carina Fabrisi descubre que es amante de su hermana, Florencia Fabrisi, a la que, en venganza, intenta matar. Un ex gerrillero, el Ruso Bublik intenta matarl con un arma inútil. Muere, en un sospechoso accidente en helicóptero. Carina pelea el patrimonio en negro de aquel que hacía de “fiscalía moral de la república” y que se elevaba hasta los cuatro millones de dólares. Se alía nuevamente con su hermana Florencia como custodias del legado político del senador, negociando con los Servicios de Inteligencia un acuerdo con la Presidencia porque “no tenemos vocación de partidito de clase media”.

Los Servicios de Inteligencia hacen de actores políticos, no sólo ahora con este acuerdo: seguían ya al general Braña, represor de la dictadura (y que había sido salvado por el progresista senador Bonet de una condena judicial: ayuda obligada: Braña tenía el secreto de que Bonet había cantado compañeros en aquellos años de plomo). Y el rol de los Servicios como actor político es indudable: el padre Pablo, tal vez como enviado del papa Francisco, negocia con ellos que impidan una probable acción armada de otro ex guerrillero, el Vasco Garmendia: por su cercanía con el Papa, podría perjudicarlo.

No todo termina allí: también los atraviesa la disputa de poder interna, la señora 5, Beatriz Belda, jefa máxima y su rivalidad con su segundo Leandro Calgaris, y en el medio, el agente Remil. A su cargo, “todos esos casos de política doméstica: protección, boicots, presiones, escuchas, seguimientos”.

Parecen, pero no son, “hechos inconexos de una misma telaraña. Todos los personajes se acechan y se entrecruzan porque están atrapados en esa tela pegajosa que una araña errante tejió con mucha paciencia”.

¿Quién es esa araña errante? ¿La señora 5, su segundo y rival, el fiscal moral progresista de la república, la Presidencia?

Acaso todos. Porque “todos formamos parte de una tragedia, y avanzamos ciegamente hacia el ojo del huracán”.

Probablemente, por ser el Sistema de Inteligencia el centro secreto de la vida de un país.

Y así, “pienso en la lógica del catch. El catch de la política argentina. Juegan irresponsablemente con la ficción, y algunos la procesan como realidad, y resulta que un día un luchador de mentira le quiebra en serio el espinazo a su contendiente. Y es entonces cuando todos tomamos dramática conciencia de que la farsa histórica ha vuelto a su estado original: la tragedia. Pero ya es tarde para lágrimas”.

Si, con los Servicios de Inteligencia como centro secreto de la vida de un país, pueden los acontecimientos que en su segunda vez se presentan como farsa, en una tercera vez volver como tragedia.

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