
A partir de
El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald
Sí, es una historia sentimental.
Nick Carraway captó el “atroz sentimentalismo” con el que Gatsby le contaba su historia. La suya. La que explica esta tristeza que tiene. Que también (otra actitud sentimental) se la confiesa: “voy de aquí para allí tratando de olvidar algo muy triste”.
Pero como todas las historias de cada cual [todas, incluso las historias sentimentales, aunque muchos desprecien], cargan consigo ríos subterráneos.
Esos que hacen que, en la superficie, hagan que nos hagamos, superficialmente, superficiales preguntas: “¿Quién es Gatsby?”, se preguntaba con todo lo que lo atraía Gatsby a Nick tras conocerlo; se lo preguntaba también, con instintiva rivalidad Tom Buchanan, el marido de Daisy, prima de Nick y también, aun Tom no lo sabía, antiguo amor de Gatsby.
Con frivolidad, los que se invitaban o que eran invitados a las esplendorosas fiestas de Gatsby, intentaban responder aquella pregunta: un espía alemán; no, si fue soldado americano; un pariente del Kaiser Guillermo, de donde provendría su fortuna; un asesino en Europa; alguien sin una casa fija; dueño de negocios ilegales. Con desprecio, para humillarlo, ya sabiendo su pasado, Tom Buchanan, sentenció: “un nuevo rico”.
Con desprecio, sí. Pero a pesar del desprecio, algo real describía la “carrera de Trimalción” de Gatsby [el Trimalción de “El Satiricón” de Petronio, aquel esclavo liberto que con perseverancia y duro trabajo había alcanzado el poder y la riqueza]. Y como tal, se hizo de algo que los Tom, los Buchanan, las Daisy, no creían que les pudiera pertenecer: era apenas un nuevo rico.
Aunque algo a su vez los unía: todos eran del Oeste, todos había ido al Este a por sus negocios financieros o su esplendor, por eso “ésta es una historia del Oeste”; pero de estos que llegaban al Este, eran los Tom, los Buchanan, las Daisy, quienes jugaban al golf o al tenis o vivían en el exclusivo East Egg de Long Island.
Pero, si el dinero hecho por Gatsby (fuera como fuese que lo hubiera hecho) no le pertenecía, ¿podía sí pertenecerle aquel amor de hacía ya cinco años con Daisy?
Cuando, ahora, cinco años después, reapareció rico, y se encontraron, y sintieron tan fuerte emoción, el propio Gatsby pareció desbordado, es que “incluso esa tarde hubo de haber momentos en que Daisy no alcanzase sus sueños; no por culpa de ella, sino por la colosal vitalidad de su ilusión. Esta había ido más allá de ella, más allá de todo”.
Es que, como toda historia de cada cual, incluso las menospreciadas historias sentimentales, se desbordan revoltosas. Traen a la superficie lo que las revuelve. Aquí, trajeron el choque de dos voluntades. La voluntad triunfante de los Gatsby, los modernos Trimalciones que nada tienen, arremetiendo; la voluntad altiva de los Buchanan, que todo lo tienen y quieren que siga siendo así.
Sueños: puestos en movimiento, son hacedores de voluntades. Y aquí, dos voluntades en choque, ¿cuál triunfará, cuál debería triunfar?
(Editorial El Ateneo. Traducción de: Pablo R. Nogueras)