Hamnet, de Maggie O’Farrell

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Hamnet, de Maggie O’Farrell

William. “Cuando le llega la carta a él -el huésped, hermano, marido, padre y, aquí, cómico-, se encuentra en el salón del concejo de una pequeña villa de los alrededores de Kent. El salón huele a carne curada, a remolacha cocida; en una esquina hay un montón de aperos de granja y de arpillera; unas estrechas cuchillas de luz hienden el espacio desde unas ventanas altas manchadas de moho”.

[Sí, es una vida corriente de un hombre corriente. Teme y sufre la violencia del padre; cuando se enamora, embaraza y decide casarse con Agnes, sueña con así, hombre hecho y derecho, marido y padre, pueda dejar al fin su horrorosa casa; padece el aburrido trabajo de preceptor enseñando latín; cae en depresión, Agnes lo impulsará a irse a Londres, a abrir una tienda de guantes que expanda el negocio familiar de su violento padre; deciden juntos que ella y su hija, Susanna, después vendrán los gemelos, Hamnet y Judith, lo seguirán después, una vez se haya asentado].

Hamnet y Judith. Los gemelos, que parecen uno solo dividido en dos, una niña y un niño. A tal punto, que, cuando Judith cae bajo la estremecedora amenaza de la peste negra, Hamnet toma una decisión: tomará su lugar, como tantas veces hicieron jugando para que los confundieran sus padres ella tomaba los atuendos de él, él los de ella: se mete en su cama, la toma de la mano: decreta que él morirá y su hermana se salvará: “quiero que te quedes con mi vida. Es para ti. Te la doy”, le susurra. Y así será. Judith sanará, Hamnet morirá.

[Sí, es la simple pureza del amor de hermanos, emoción que tantas y tantos niñas y niños pueden experimentar, así como los padres por sus hijos].

Agnes. Ante el abatimiento de su marido atrapado en Stratford, en la casa paternal, en la escuela como preceptor, “comprende que ella no debe perder la calma ni la paciencia, debe acrecentar su presencia, hacerse más grande en cierto modo, para mantener la casa a flote, para que no se la trague esta oscuridad; debe cuadrarse de frente a esta amenaza, proteger a Susanna, tapar sus propias grietas, cerrarle el paso”. Pero, “¿y si ella no es remedio suficiente para su dolor sin nombre? Por primera vez en la vida descubre que no sabe cómo ayudar a otra persona”. Idea su plan de que su marido vaya a Londres.

[Sí, sabrá como ayudar a otras personas. Lo aprendió su madre muerta, conservó ese saber contra la dura y malvada madrastra de quien, como William con su padre, sufría su violencia. Ayudaría entonces, como lo hizo tantas veces esa mujer misteriosa, atractiva, temible, fascinante: la misma que, tomando el espacio de la mano entre el pulgar y el índice y apretándolo con fuerza “veía el alma de la gente por dentro”, sabía de las hierbas y sus propiedades, preparaba pociones: “mientras machacaba, cuenta para sí las personas a las que ha salvado. La mujer del molinero, que deliraba y se rasgaba la ropa, tomó dos tragos de esa poción y al día siguiente estaba sentada en la cama, tranquila como un cordero, comiendo sopa. El sobrino del señor Sniterffield: habían ido a buscarla en plena noche de parte del señor. El muchacho se recuperó bien con su medicina y unos emplastos. El herrero de Copton, la soltera de Bishopton. Había sanado a todos”. Algo misterioso, maravilloso era esa mujer que había traído ese misterio y esa maravilla a la tan cotidiana vida de William].

La muerte. Pero no pudo salvar a su hijo. “Ha estado todo el tiempo pensando que tenía que proteger a Judith, cuando era Hamnet el que estaba destinado a irse. ¿Cómo puede ser tan cruel el destino, que le ha tendido semejante trampa, que la ha hecho concentrarse en la hija que no corría peligro para llegar al otro y robárselo mientras estaba distraída? Piensa en su huerto, sus estantes de polvos, pociones, hojas y líquidos … Es una necia, una necia engreída e inútil. ¿Cómo ha podido creer alguna vez que sus plantas podían con esto?”.

[Sí, tan corriente como la muerte terrible del hijo la marcará, y a su marido, para siempre].

La tragedia de Hamlet. Se entera por su maliciosa madrastra que su marido, en Londres, ha escrito una tragedia: Hamlet. Decide ir a Londres. Ve la obra. Al principio se indigna: ¿cómo tomar el sagrado nombre de su hijo: “es tal como lo temía: ha cogido el más tierno y sagrado de los nombres y lo ha arrojado de cualquier manera en medio de un torrente de palabras, de una obra de teatro”.

Después, se dio cuenta de otra cosa: Aparece en la escena un niño: lo observa, es Hamnet, es su hijo mismo. “Su marido lo ha devuelto a la vida de la única forma que podía”. No sólo eso: invoca en la obra a un fantasma, un espectro: quería volver a verlo. No sólo eso: ha hecho lo que hubiera querido, lo que cualquier padre hubiera querido: el muerto es el padre de Hamlet, el rey, no el hijo.

[Hubo un reino podrido, en el que todo era maloliente, atravesado por sangrientas luchas de poder, rivalidades, venganzas, muertes, artimañas -el teatro dentro del teatro- para revelar al culpable del crimen del rey y la destrucción de la familia de Hamlet.

Hay, con la pandemia de hoy y sus muertes y sus temores, como un puente que lleva a la peste negra de la Inglaterra del mil quinientos con sus muertes y sus temores, un puente que, si lo atravesamos, nos lleva a estas pequeñas historias individuales de una familia que sufre la violencia de los padres, el ahogo de un trabajo insulso, el deseo de otra vida, el amor, los hijos, la muerte, las fantasías, los saberes milenarios que se creen, acaso lo sean, mágicos. Las pequeñas vidas dolientes, dolorosas, sufridas, fantasiosas, grises, violentas, violentadas de cada cual.

Pequeñas vidas que son la materia de los sueños hechos literatura. Que muchos, pedantes, desprecian, en sus formas particulares como la autoficción, en sus formas vívidas rechazando así la vida misma, creyendo que las grandes obras de la literatura nacen de alguna gran idea, cuando, detrás del teatro dentro del teatro, por ejemplo, está la vida detrás del teatro].

(Libros del Asteroide. Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera)

Un comentario en “Hamnet, de Maggie O’Farrell

  1. Me encanta esta escritora. No habia leido este libro
    Lo voy achacer en cuanto pueda. El entramado de las generaciones, sus consecuencias. Sus salidas. El arte sanador

    Le gusta a 1 persona

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