
A partir de
Análisis científico de la tristeza, de Dana Hart
“No tenemos aprobación de nadie para sentir tristeza. Es el terreno en el que nadie está de acuerdo. No tenemos permiso de nadie más que Pizarnik, pues no deberíamos”.
Pero no pide permiso, y la investiga. “Estuve en especialistas que me dijeron que la causa es biológica”. Sigue sus prescripciones, inútilmente.
¿De qué se trata ese apagado sentimiento en tantas personas, en especial, en tantas mujeres?
Otras razones: “No poder. No tener acceso. No lograr resolver las necesidades de manera independiente”. ¿De qué dependen estas limitantes?
Están también las causas coyunturales: “La tristeza de la pandemia y la post pandemia, que nos lanzó a la desolación del aislamiento”.
Otras más históricas, y que se embridan con las más personales: “La sociedad se neoliberalizó a tal nivel, que hasta el amor sexual, que la misma sociedad capitalista y patriarcal actual, construyó como ideal, se encuentra en un fracaso y disyuntiva”.
Y su dura encarnación: “nos tocó ser la generación que tiene que aprender a estar en soledad. Ni los grandes colectivos sociales, partidos, frentes, del siglo pasado, las grandes causas. Ni las pequeñas causas personales, batallas por tener un auto, una familia, una casa, que también entró en una crisis de proyecto y obsolescencia. No queda piedra sobre piedra”.
En otra sociedad, tal vez… “No hay márgenes para soñar. Y no se trata de ser pesimista, o tener una visión negativa de la vida. Si creo que se puede transformar, que es posible “cambiar la vida”, para romper las barreras, tener oportunidades, conquistar la felicidad en una sociedad nueva. Pero las revoluciones en lo inmediato, no serán porque la gente crea en grandes planes, habrá revoluciones por hartazgo, desdicha, enojo, ira, rabia, injusticia”.
¿Es todo esto, algo de esto, otra cosa?
¿De qué se trata? “El hachazo. La variable “H”. Que no descansa. Que tiñe el cielo de gris, aun cuando hay un sol escandaloso. La variable “H”. Imponiéndose. Haciendo de las suyas”.
Y no, no es un problema individual. “No soy la única. Les compeñeres sufren del hachazo también. Impuesto a sangre y fuego. La soledad. El no tener un lugar de reconocimiento, de respeto”.
Respeto: signo, grito, de tantas y tantos que padecen opresiones.
Muchos, muchas, lo han estudiado, ficcionalizado, directamente, indirectamente. Bettelheim. La youtuber Olympe de Bélgica. Alice Munro. Lara Moreno. Margarita Liberaki. Emma Cline. Alice Walker. Jennifer Saint. Avni Doshi. Ángela Vallvey. Guadalupe Nettel
Muchas son las respuestas: suicidios. Venta de felicidad envasada, obligada, promovida, obligada. Venta de distractores a la tristeza, el consumo, las más de las veces imposible, y también inútil. Entonces, “tal vez la “cura” contra la tristeza, sean otras tristezas. Voy a salir a averiguar”, y una pequeña encuesta entre mujeres muestra los ánimos variados y sus variados motivos.
Es omnipresente, estructural, una solución estructural requiere. ¿Y mientras tanto? Un madero en el tempestuoso mar: “Me ayuda la condición temporal del sentimiento. Saber que tengo que pasar por encima de eso, como si fuera una tormenta y yo un avión. Tengo que sobrevolar la tormenta y se que pasará”. Otros maderos cruzan esa mar.
También, un indispensable permiso: “La tristeza es un sentimiento acorde a la situación actual. No es disonante. Acaban de morir más de diez mil personas en Turquía, producto de un terremoto, y otras miles en Siria. Las imágenes dan vuelta al mundo. La tristeza es empatía. También es necesario decir, que el abanico de emociones humanas es amplio y basto, y es esta sociedad capitalista, exitista, la que impone la idea de no sentir tristeza, porque la tristeza no es productiva. La tristeza es parte del estado de ánimo, es normal, es un sentimiento que ocurre, y que no hay que renegar, ni sentir culpa. La tristeza también es éxito. Y necesidad. Un estado transitorio. Está bien sentir tristeza. Aceptarla. Reflexionarla. Y encausarla hacia la causa”.
Una historia silenciosa, o arrinconada en los sentimientos de cada cual. Pero que desborda. Por eso se han creado Ministerios de la felicidad en algunos países. Ponerle voz y foco lleva luz a las sombras, y se hace parte de una tradición de textos híbridos entre el ensayo y la ficción, los personajes y las personas, la trama y la reflexión, trayéndonos mucho, tanto, como Rosa Montero y la locura y la relación entre la locura y la creación, que está allí, y también debe ser contado.
[Es que, además, por otra parte, hoy, ¿en la línea de los Ministerios de la Felicidad?, se publican libros, artículos, y comentarios en las redes que buscan “positivizar” a escritoras que han escrito sobre sus sufrimientos, y que se han suicidado, como Sylvia Plath y Alejandra Pizarnik; tal vez, dando por ganada una batalla que aún se está peleando].
(Puede leerse en: https://danahartescritora.com/hibridos/)
Está mal vista la tristeza.
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Maravilloso
¡Cuánta potencia en esa voz!
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