8 DE MARZO / “LAS CUALIDADES DE LA LITERATURA ESCRITA POR MUJERES”, 3

Sigamos hilando distintos puntos de vista.

Recordemos que Virginia Woolf a la vez: Por una parte, rechazaba, por irritante y superfluo, de “cualquier énfasis añadido concientemente al sexo de un escritor”. Por otra parte, afirmaba “la diferencia esencial (que) no se encuentra en el hecho de que los hombres describan batallas y las mujeres partos, sino que cada sexo se describe a sí mismo”, refiriéndose a “las cualidades de la literatura escrita por mujeres”.

Por su parte Siri Hustvedt nos interpela afirmando esa mezcla que cada persona tiene en sí (aunque sin dejar de exponer la patriarcal y no dicha afirmación de ‘el hombre como medida de todas las cosas’, por así decir). Nos interpela: “las mujeres que hacen arte, arte de toda índole, porque a las mujeres artistas se las mete en cajas de las que les cuesta salir. La caja tiene el rótulo «arte femenino». ¿Cuándo fue la última vez que oímos hablar de un artista, novelista o compositor masculino? El hombre es la norma, la regla, lo universal. La caja del hombre blanco es el mundo entero … «Todos somos masculinos y femeninos». Todo el gran arte es masculino y femenino”.

Traigamos ahora una voz académica, Laura Fernández Cordero, como parte de una obra de envergadura, la Historia feminista de la literatura argentina. Partamos con una pregunta: “¿Qué convierte a una voz en femenina? ¿Qué hace feroz a una voz? ¿Es la suma de faldas y maneras ancestrales? ¿Es la biología con su fatal evidencia? ¿O será la potencia oprimida que se anima a la palabra?”

[Me inclino por esto último. Por eso ante el debate sobre si destacar a las escritoras en tanto mujeres que muchas rechazan, traemos aquí voces como estas].

Y continua, refiriéndose a una experiencia, la de las mujeres anarquistas argentinas de fines del s. XIX que publican el periódico ‘La voz de la mujer’. Ante la aparición de su primer número, aunque solo escriben el ideario compartido, inmediatamente las califican como “feroces de lenguas y plumas”. Entonces, una necesaria conclusión: “Pero si no han dicho más que lo previsto por el ideario compartido, si no han hecho más que aceptar el convite a recitar la doctrina, ¿qué hace a esa lengua feroz? ¿Cuál es el parámetro que exceden las mujeres? En un mundo público habitado abrumadoramente por la voz masculina, la proliferación de la voz de la mujer es, en sí mismo, un hecho revolucionario. Más allá de lo que diga. Para comprender ese efecto es necesario leer la ‘escritura femenina’ no de forma aislada o como expresión singular, sino en diálogo con esa otra escritura, la masculina, que ha configurado los sentidos hegemónicos del mundo”.

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