
Píldoras de la crítica. El coche averiado de James Joyce. Dana Hart
(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)
En sus Impresiones de la literatura que inicia y están en desarrollo, Dana Hart afirma que, si la literatura es ese espacio de libertad, también lo es la interpretación. Se arriesga con el difícil Ulises de James Joyce.
Sostiene Dana Hart la homología, tan debatida, con la Odisea, en una particular interpretación: la idea fuerte del andar, pero asociada a la demora, a la espera (atribuida tradicionalmente a Penélope, no a Ulises).
Refiere otros aspectos: cambios de método, de puntos de vista, la [posible] independencia de cada capítulo.
Hay dos que quiero traer acá. Uno: si todos hablamos, o escuchamos, o leímos, sobre el fluir de la conciencia en ese tan mencionado “monólogo interior”, pone aquí, en cambio, en primer plano, lo inconciente. Otro: Si ese fluir de la conciencia es un fluir por Dublín, en cambio, aquí, lo detiene, lo ancla a hechos, a personajes, a situaciones, a escenas (aunque puedan ser estos, u otros) -como un intento de atrapar lo acaso inasible.
Pero hay otra cosa. Una definición categórica: “el lenguaje como método”. ¿Pero qué implica esto? Una desesperación diría yo, en Joyce. “Tengo -nos dice Dana Hart- esta impresión de que él no puede frenar, no solo que intenta hacer juegos de palabras, sino que es sencillamente, un coche descompuesto, cuyo freno se averió al nacer. Inventando palabras para que le calcen con la velocidad. ‘De semejante modo todo nos está escondido cuando querríamos ver detrás de nosotros de qué región de remotidad ha sacado su dedondeidad la quiddidad de nuestra uienidad’. Hay algo que es más rápido que el lenguaje, que la propia capacidad consciente de verbalizar. Usar un verbo, es por lo menos, la fase dos del proceso. ¿Cuál es la fase uno? Es el arranque motor de un inconsciente que no se calla”.
Puede ser el Ulises con su “lenguaje como método” y aunque se ancle en escenas, temas, personajes, etc., no se detiene y va derecho a estrellarse como el coche con el freno averiado del Ulises, siempre inasible, siempre indetenible, viniendo a toda velocidad a nuestro encuentro.
Es cierto, lo admite, “nunca genera demasiadas simpatías estar casada con una hipótesis, pero la idea salta a la vista y se astilla en los ojos”.
[Y sí, claro, hay otras interpretaciones.
Harold Bloom tiene, en una de sus lecturas del Ulises, su Leopold Bloom judío y shakespereano. Que es su James Joyce judío y shakespereano. Que es el propio Harold Bloom judío y shakespereano.
Carlos Gamerro tiene su Ulises a lo Stuart Gilbert desmenuzando cada capítulo asociado a un color, una hora, una técnica, una referencia a la Odisea; agregando una culta inmersión en la cultura de Occidente, en un estilo, sobre todo, al poder de la literatura.
Borges, por su parte, en una de sus lecturas del Ulises, asociado al Finnegans Wake, lo asocia a un monstruo, como asocia a u monstruo a su Funes el memorioso, a quien “he recordado porque la consecutiva y recta lectura de las cuatrocientas mil palabras de Ulises exigiría monstruos análogos … Harto más admirable, sin duda, es la diversidad multitudinaria de estilos. Como Shakespeare, como Quevedo, como Goethe, como ningún otro escritor, Joyce es menor un literato que una literatura … La plenitud y la indigencia convivieron en Joyce. A falta de capacidad de construir (que sus dioses no le otorgaron y que debió suplir con arduas simetrías y laberintos) gozó de un don verbal, de una feliz omnipotencia de la palabra, que no es exagerado o impreciso equiparar a la de Hamlet o a la de Urn Burial”].
Y, “casarse con una hipótesis” tiene las dificultades de todo matrimonio, pero tiene también una ventaja: sirven para pensar, y, además, después uno las puede cambiar o ajustar para otros fines; más todavía si también creemos que hay libertad en la literatura: escrituras, lecturas, interpretaciones.