A partir de
Ampliación del campo de batalla, de Michel Houellebecq
Nuestro personaje es un profesional de uno de los segmentos más exitosos y dinámicos de nuestras vidas contemporáneas: ingeniero informático. También escribe: fábulas de animales. Y es joven: 30 años. Parece un promisorio comienzo. No es así.
Lo domina la soledad, con su convicción de que las relaciones humanas son progresivamente imposibles. La frustración sexual. El sentimiento de la imposibilidad del amor. La sensación de inutilidad e insignificancia de un trabajo devenido en gris rutina de oficina. El hastío. La indiferencia. La nada. Lo anodino. Lo taciturno. La vacuidad del consumismo. La creencia de que su único acto libre es fumar (4 paquetes por día). El fracaso. La desesperación suicida. El sentirse diferente, inadaptado. La enfermedad. La amargura (“el estado mental contemporáneo”),
¿Por qué sufre tanto este hombre que sufre?
La vida moderna es así, nos aclara que sólo describe. Es un campo de batalla que se ha ampliado: el liberalismo sexual y el liberalismo económico, donde cada uno se las arregla como puede, empobreciéndose la vida. Y la esterilidad de todo intento de cuestionarlo: quienes se atrevan, recibirán la muerte.
¿No está unilateralizado, reducido, este mundo exterior ampliado que él padece? Porque en la escena aparecen contradicciones que deja escapar, pasajeras: una manifestación de 300.000 estudiantes, una huelga de ferroviarios, la huelga dura del transporte público. Pero esto no es todo, las contradicciones de este (otro) mundo exterior también se amplían, negando sus padecimientos: el café repleto de estudiantes alegres, la seducción en las oficinas y discotecas, el sexo en la playa entre dos bellos jóvenes. Unilateralizando, anula las contradicciones de la vida, fuente de la vida misma y sus múltiples posibilidades, caminos, deseos, alternativas. La ampliación que nombra, si miramos estas otras posibilidades para él pasajeras y apenas dignas de mención, no son más que una dolorosa reducción.
Hay una unilateralización más profunda. Entre él, individuo, y el mundo exterior. Retrotrayéndose al siglo XIX, recorre su camino de mano de Maupassant, proclamando la separación absoluta de su existencia individual y el resto del mundo. Como afirma, su piel es una frontera, y el mundo exterior un aplastamiento. Y otra vez reduce la vida que nombra ampliada.
¿Cómo no sentir ese impulso al suicidio? Emprende un viaje en bicicleta por 40 kilómetros a un pasaje montañoso. Si recién se retrotraía al siglo XIX de la mano de Maupassant, ahora retrocede un poco más, al romanticismo del siglo XVIII. Otra unilateralización: un mundo exterior bello, natural, sin hombres. Otra huida (esta tranquilizadora para él). Sí, así sí hay empobrecimiento, ¿pero no lo es el del aborrecer las contradicciones y complejidades de la vida y huir?, ¿qué batallas son las que da él?, ¿cuáles las que necesita dar?