A partir de
Atlas de geografía humana, de Almudena Grandes
Para Fran, Rosa, Marisa y Ana, amigas de su trabajo en la editorial que prepara los fascículos de un Atlas de Geografía Universal que terminará siendo un Atlas de Geografía Humana, llegó ese momento de la vida en que todo entra en cuestión, y todo parece hundirse.
Porque “entonces no había empezado a perder los años. Cuando miraba hacia atrás siempre los encontraba en su sitio… Ahora voy a cumplir treinta y siete y procuro no mirar hacia atrás, porque no sé muy bien a dónde ha ido a parar mi última década”.
Una insatisfecha aunque no en el promedio estadístico de la insatisfacción de la mujer media; otra viviendo la vida a través de los libros y de los otros, vida de pobres gentes; otra mostrando un rostro de decisión y seguridad fingidas; otra con la indignación como indicador de que la vida, que ella misma, tenía arreglo.
“Acabar con el despilfarro de los años”. “Arreglar mis cuentas con el tiempo”. Porque “el tiempo no deja nunca de pasar. No conoce la piedad”. Y es que “a lo mejor nos hemos equivocado… como si el mundo no se nos fuera a venir encima de un momento a otro”. Ansiedad, ya que “el tiempo que me quedaba era cada vez más corto”.
Preguntarse si no es que se había equivocado en sus decisiones. Desear otra cosa, otra vida. O creer desearlo. Una para descubrir que siempre estuvo allí consigo, lo que deseaba. Otra que no, que una vida nueva podía permitirle alcanzarlo. Otra intentarlo con temor y vergüenza. Otra, resignarse. Cada una un camino propio, descubierto a fuerza de dolores y lágrimas y goces y búsquedas. Recorriéndolo de la mano del otro, o del psicoanálisis, o de una personalidad inventada, o del sexo.
Para encontrarse con que, al final, “a veces, las cosas cambian. Ya sé que parece imposible, que es increíble pero, a veces, pasa”.