A partir de
Soldados de Salamina, de Javier Cercas
“Todas las guerras están llenas de historias novelescas”. Javier Cercas conoce la historia de Rafael Sánchez Mazas, el “primer fascista de España”, también poeta, un buen poeta menor; que, por fascista, ganó la guerra pero perdió la historia de la literatura.
Historia que lo ha tenido en vilo, convirtiéndose en una obsesión “combustible indispensable de la escritura”. ¿Qué lo mantuvo en vilo?
¿Acaso que se puede ser un buen escritor y a la vez “una pésima persona”?
¿Tal vez que sobreviviera al fusilamiento salvado por un soldado republicano?
¿Quizás querer saber quién era? Porque contra toda mitología del coraje fascista, después de arrebatar los corazones de cientos de miles de jóvenes para lanzarse a la guerra contra la República con sus palabras, con su poesía, solo buscara redimirse de su cobardía contando sin cesar su historia.
¿O conocer qué pensó, que sintió, intentar descifrar por qué un soldado republicano, un enemigo, le perdonó la vida?
Algo más: “qué es lo que pasó por su mente cuando le miró a los ojos… si consiguiéramos desvelarlo, quizás rozaríamos un secreto mucho más esencial”.
Llegar a ese secreto.
Llegar por Sánchez Mazas fascista a Miralles rojo, soldado del Ejército republicano de Líster, ex soldado de la columna Durruti, ex Legión Extranjera combatiendo en Francia y Africa en nombre de la Francia libre.
Hombres de los que pende la civilización en un momento preciso y excepcional, que la muerte arranca y la memoria recupera. Pero que, tal vez, no logra ni siquiera rozar ese secreto más esencial.