A partir de
El arte de la fuga, de Sergio Pitol
Ficción y realidad: una vida donde se entremezclan, es lo que podemos comenzar leyendo, y disfrutar, en este libro de Sergio Pitol. Un registro de sus pasos, sí. Y la historia de una educación, no sentimental tras un largo recorrido, aprehendiendo del mundo todo lo que éste ofreciera.
Memoria (vívida y apasionada), escritura (con reglas encontradas, creadas y transmitidas), lecturas (livianas y penetrantes). Una vida real de ficción, una vida hecha cierta novela. Embajador, traductor, periodista de secciones culturales, escritor. Viajes constantes: Venecia, donde parte el relato, en 1961. Varsovia, 1965. México, 1962. España, 1969. Roma, 1966. En las ciudades imperiales de Europa: Viena, Budapest, Zagreb, Salzburgo, Marienbad, Karlsbad. México en 1988. Londres, Roma, Barcelona, 1993. Venezuela, 1953, su primer viaje al exterior. New York, 1956. Lecturas ininterrumpidas, rescatando en especial a Galdos, Chejov, Jamosiav Hasek, Thomas Mann, Marcel Schwob, Jerzy Andrzejewski, José Vasconcelos, Antonio Tabucchi, y el comic de Gabriel Vargas. Una escritura que parte con un primer relato publicado e ignorado, motivo oculto de su ida de México, que se afirma en una primera autobiografía de joven escritor que años más tarde relee y rechaza, que llega hasta este arte de la fuga.
El viajero privilegiado, el escritor privilegiado (incluyendo los episodios característicos del hambre y las enfermedades y la imposibilidad de escribir), el lector privilegiado, personaje real de esta ficción de privilegios, que en este punto confiesa el reverso de estos privilegios: la ida de México y el aborrecimiento de ver publicado su primer relato mexicano condicionó una escritura como un juego de escondrijos, un arte de la fuga. ¿Y no hay esto en El arte de la fuga? ¿ficción o realidad? La hipnosis le permitió afirmar que no todo había sido una perpetua fuga porque, al final, las desconcertantes banalidades del personaje real de esta ficción, se resuelven en descubrir que lo importante, detrás de todos estos vaivenes, está en el camino mismo de la búsqueda. ¿El de la ficción?, ¿el de la realidad? Si el escritor puede afirmar que una novela es la vida secreta de un escritor, el personaje real de esta ficción puede afirmar que la vida es la materia prima de la novela. Ficción y realidad.
Pero este juego de escondrijos, ¿qué es la ficción, qué la realidad, están realmente confundidas?, nos oculta una terrible verdad (conjetural, sí): su viaje a Chiapas significó, confiesa, “un acercamiento a la realidad”. ¿Y antes, y los viajes, y las escrituras, y las lecturas? Con un personaje real de ficción, ¿no se angosta el ancho mundo de la imaginación?, ¿no produce apenas una inflamación del angosto mundo real? Terrible y bello mundo real. Que exige un acercamiento a la realidad. También con las armas de la imaginación, de la ficción. Pero sólo también, porque el mundo exige viajar a la realidad.