La literatura nazi en América, de Roberto Bolaño

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La literatura nazi en América, de Roberto Bolaño

Personajes absurdos.

Aunque no únicamente. Infames (al único que adjetiva) como el chileno Carlos Ramírez Hoffman (1950-1998), asesino múltiple. Incoherentes, como el haitiano Max Mirebalais (1941-1998), que bajo el heterónimo de von Hauptmann canta a la raza aria, mientras que bajo el de Kasimir lo hace de la negritud. Intrascendentes como el uruguayo Carlos Hevia (1940-2006) que merece apenas una página en este compendio de la literatura nazi en América. Cultos, como el estadounidense Harry Sibelius (1949-2014), que utiliza como modelos literarios a Arnold Toynbee y León Tolstoi. De trayectorias impensables, como el estadounidense Jim O’Bannon (1940-1996) que comienza como poeta beatnik que se cartea con Allen Ginsberg y termina despreciando a judíos y homosexuales.

Hombres y mujeres, Ricos y pobres. Tinterillos y creativos. Viajeros del mundo o náufragos de los bajos fondos de nuestras ciudades. Bravos y cobardes. Poetas o novelistas o escritores de folletines. Sobrevivientes de autoediciones o emprendedores de auténticas editoriales. Profusos o avaros de palabras.

Encontramos de todo.

Y encontramos por sobre todo, personajes absurdos, retratados con humor. Como Edelmira Thompson de Mendiluce (1894-1993), argentina, rica esposa de un estanciero, que se siente identificada con Edgard Allan Poe por sus gustos gemelos, dice ella, por la decoración de interiores. O los también argentinos fabulosos hermanos Schiaffino, dos barras bravas de Boca Juniors, Italo (1948-1982) que en su manifiesto Palidezcan los lebreles (1982) culpa de la crisis del fútbol argentino a “la plutocracia judía incapaz de producir buenos jugadores y la intelectualidad roja que llevaba el país a la decadencia”, y que en su revista trimestral Con Boca (1976, primer número) proclama “Judíos fuera” de los estadios de fútbol. Mientras que su hermano Argentino, El Grasa (1956-2015), publica su libro de poesías (1991) titulado: Chimichurri.

Sí, son sobre todo, personajes absurdos. Los conocemos así, retratados con humor, con ligereza, con ingenio. Es casi tranquilizador. Pero levantamos los ojos del libro. Y allí, hombres y mujeres, ricos y pobres, tinterillos y creativos, bravos y cobardes. Y además de absurdo, resulta espeluznante.

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