A partir de
La mala hora de Gabriel García Márquez
El padre Angel llegado hace años de su antigua parroquia de Macondo, escribe preocupado: “creo que nos esperan días amargos”.
Los insidiosos pasquines que se pegan cada noche en el pueblo, provocan muertes por venganza: que la mujer de tal se acostó con cual, o que no es hijo de él, sino de aquel otro. Las autoridades, el padre Angel, el Alcalde, el juez Arcadio, lo ven con despreocupación, aunque saben que son apenas los rumores de la gente, la voz de escándalo, y que la mayoría de las veces es la verdad. Otros, como el doctor Giraldo están más preocupados.
La inquietud crece. El padre Angel pide al Alcalde que actué: “es terrorismo moral”. Al principio se resiste, ahora hay paz, le responde, después de haber matado a toda la oposición años atrás; además, la paz es un buen negocio: se está enriqueciendo.
Pero la vida privada se mezcla con la pública. A los pasquines, les siguen las hojas clandestinas de la oposición. Atrapan a uno que las reparte, lo matan en la Comisaría. El Alcalde decreta toque de queda, el padre Angel y el doctor Giraldo le exigen que entregue el cuerpo que ocultó diciendo que se fugó, pero les responde: “esto es la guerra”. Y desata una “serenata de plomo”, vuelven las muertes al pueblo, y muchos huyen al campo, a la guerrilla.
Los rumores, pueden envolver tempestades.