A partir de
La mujer habitada, de Gioconda Belli
Lavinia, mujer de clase alta, arquitecta, y su paso a la militancia en el MLN en la ciudad de Faguas. Más que eso: un pueblo entero y su entera historia de resistencia, con Itzé, gota de rocío, única guerrera mujer en tiempos de la Conquista, habitándola.
Un paso difícil, plagado de contradicciones, incomprensiones, soledades, en la historia íntima de su militancia, con sus miserias y sus grandezas.
Pero un paso que debía dar, empujado por la miseria de su pueblo, por la violencia del régimen de los Grandes Generales, por el amor a Felipe –si, también por eso, “los hombres no entienden la importancia histórica del amor”-, por la historia de resistencia de su pueblo.
Empezó con un acto de humana solidaridad, aunque lleno de temores. “¡Ah!, cómo hubiera deseado sacudirla, hacerla comprender. Era como tantas otras. Tantas que conocí. Temerosas. Creyendo que así guardarían sus vidas. Terminaron tristes esqueletos: sirvientas en las cocinas, decapitadas cuando se rendían de caminar, cuerpos para el descargue de los marineros en aquellos barcos que zarpaban a construir ciudades lejanas llevándose nuestros hombres”.
Y ese paso fue avanzando, “había traspasado otro límite.La tía Inés solía decirle que crecer en la vida era un asunto de traspasar límites personales: descubrir capacidades que uno creía no tener”.
Hoy vuelven los tiempos huracanes, a empujar a millares, y cada cual tiene su paso que dar, sus contradicciones que vencer –aunque todavía, con Itzé, hay mucho por sacudir.