A partir de
La sirvienta y el luchador, de Horacio Castellanos Moya
Los une lo que los separa: la familia Aragón, todos comunistas en El Salvador sacudido por la lucha entre la guerrilla y la represión de Estado. Ella, la sirvienta María Elena, va a su trabajo en lo de los nietos Aragón, Albertico y su compañera Brita. Y se encuentra con que no están: los secuestraron, entre los comandos del Palacio Negro, el Vikingo, ex luchador de lucha libre, actual represor, enfermo físicamente. Y moralmente.
Desaparecidos, ella busca retomar el contacto: años atrás, mientras seguía al abuelo, don Pericles, la cortejó y ella lo ignoró. Ahora recurrirá a él: tiene que dar con su paradero, tienen que salvarse.
Ella, toda bondad, buscándolo vence sus miedos. El, pura crueldad, en sus encuentros, la tortura moralmente: que conoce su secreto.
Dos personas que fueron comunes: una sirvienta, un ex luchador. Ahora transustanciados. Y no son solo personificaciones, de la bondad y la crueldad. Pasa. Puede pasar. En los días en que la vida se desborda a sus extremos confundida con lo cotidiano. Y vemos que todo contiene su contrario, lo apacible cotidiano a los extremos extraordinarios en choque. Evadirlo, no se puede, y eso, ¿no nos obliga?