A partir de
La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafon
En la Barcelona de principios del siglo XX, una amistad maldita entre cuatro amigos los marcaría para siempre: la amistad ilimitada de Miquel, el odio inmotivado de Fumero, el resentimiento inofensivo de Jorge, el amor trágico de Julián por Penélope. Maldición nacida de la nada, de la casualidad, del destino, y de su fatal persistencia a lo largo de las décadas. ¿Las barajas estuvieron mal salidas, o mal jugadas?
Esa maldición vieja sería décadas más tarde activada (y redimida) por Daniel Sempere, cuando su padre, librero, le permite ese encuentro único: en el Cementerio de los Libros Olvidados, Daniel elige y es elegido por “La sombra del viento” de Julián Carax, edición sobreviviente de un autor barcelonés escrito en París, devuelto a España poco antes del estallido de la Guerra Civil, y del comienzo de la quema de lo que se creían todas las ediciones de todos sus libros. ¡Por qué esta sucesión extraña de acontecimientos? Daniel no dudó en averigüarlo, de la mano de su amigo el españolísimo pícaro Fermín Romero de Torres, mendigo, sobreviviente de la Guerra Civil, amante de una mulata en La Haban, arqueólogo de ediciones exóticas de libros ignotos, filósofo de la cuadra. Deslizándose, con algo de ingenuidad, con mucho corazón, a contrapelo de sus propios temores, y sin pedir permiso: “Piensas que porque te tropezaste con un libro, tienes derecho a entrar en la vida de personas a quienes no conoces, en cosas que no puedes comprender y que no te pertenecen”.
Si al final, de eso se trata leer, si es que se produce ese encuentro con ese libro, que es una puerta a ese más allá de uno, pero hay que saltar la valla de papel, abrir la puerta y atravesarla. ¿Y quién es el que se atreve?