A partir de
Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri
Las guerras de Independencia en Venezuela, según Arturo Uslar Pietri, donde los seres humanos ya no son seres humanos, sino brazos con lanzas coloradas (por la sangre enemiga); arrasando tumultuosas la tierra con sus pueblos y sus gentes; comenzando ingenuamente en la ilusa esperanza de que la sola circulación de las ideas de fraternidad, libertad e igualdad, bastarán a todos para convencerse y construir la República; siguiendo tortuosamente en la pregunta sobre si atañe a los negocios o a las convicciones; atravesada por triunfos y por derrotas; donde “anda el plomo jugando al garrote”; espantando a unos y sumando a otros a su torrente irresistible. ¿Pero cómo es que llegan a esta guerra, a esta revolución, estos hombres que se suman?
Cada cual arrastra su historia propia y su situación. El amo Fernando Fonta, pusilánime, llevado por sus confusos y cambiantes estados de ánimo y sus amistades republicanas, sólo se deja arrastrar y se une a la guerra únicamente tras perderlo todo, siempre sufriendo cada decisión a la que se ve arrastrado. Los convencidos por las ideas de la Declaración de los Derechos del Hombre, el Contrato Social, las revoluciones francesa y estadounidense, aquellos del círculo mirandista tempranamente derrotados. El mayordomo Presentación Campos, que desprecia tanto a los esclavos como a los débiles de sus amos Fernando y su hermana Inés Fonta, que quiere ser jefe, desplegar su fuerza de macho dominante, estar arriba, para quien la guerra sólo es lanza y caballo, decidiendo según su conveniencia y la casualidad sumarse a las fuerzas del orden españolas. Los adinerados de la familia Lazola y su círculo, asumiendo una actitud prudente hasta que se aclarara quién ganaría, en defensa de sus riquezas y propiedades, Los esclavos súbitamente hechos combatientes godos de Presentación Campos, para quienes el bando da igual, ya teniendo la libertad impuesta con sus reclutamiento forzoso. El valiente republicano Coronel Roso Díaz, que lucha por sus hombres y compañeros de armas.
Llegando por caminos diversos y extraños, la fuerza de la guerra y la revolución independentistas, coloca a cada uno en su puesto, sin preguntar, todos teniendo que responder, porque la pregunta sigue en el aire: ¿cuál es tu puesto?, y la hora de responder siempre resuena, por momentos débilmente, a veces, en forma estruendosa.