A partir de
Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino
No hay una sustancia de las cosas. De esto se trata. Así, no hay Verdad. Lo que hay, es una multiplicidad de planos.
Por eso esta novela de Italo Calvino trata del inicio, siempre interrumpido, de diez tipos de novelas diferentes (en realidad, son once). Las interrupciones de cada novela al inicio (por fallas editoriales, por un incidente, por distracciones) lleva por caminos que se bifurcan, multiplicándose en distintos planos, hacia otras novelas (y otras experiencias). Revisemos cada plano diferente de los que presenta como una unidad (porque cada novela es nominada de un modo, escrita de otro, y con un contenido de una tercera manera): La novela de la nieblaà es del espionaje à y habla del disiparse; La novela de la experiencia corpórea à shakesperiana de las italianas disputas entre clanes familiares (polacos) à la pérdida; La novela simbólico-expresiva à hermética, en estilo Diarios à ausencia, malestar, dudas, presentimientos; La novela político-existencial à de ficción orwelliana à la tentación de precipitarse, el abismo infinito, el puente al vacío; La novela cínico-brutal à de crímenes y bajos fondos à el peso del pasado y el placer del mal; La novela de la angustia à de equívocos à veracidad, sin defensa, sin amparo; La novela lógico-geométrica à policial metafísico à multiplicar la propia imagen para esconder el Yo verdadero; La novela de la perversión à el desplazamiento de las propias fantasías (occidentales) a Japón à captar la sensación más diminuta, un secreto que ata; La novela telúrico- primordial à el trazo de la imaginería (occidental) sobre la latina rudeza actual (del pasado occidental) à leyenda, perpetuación; La novela apocalíptica à de nuevo, el escepticismo orwelliano à la trampa de la transformación del mundo, quedando el vacío, la nada.
Queda una undécima novela, que no numera. El dossier Marano, Ermes + los diarios de Silas Flannery: es la auto-novela de ideas, reflexiva, metacrítica. Donde toda esa multiplicación de planos se explica, y se justifica: todo es mistificación, apócrifo, falsificación. Todo se mezcla y se confunde: experiencia, literatura; escritura, lectura; escritor, lector. Que, podríamos decir, se resumen en esta paráfrasis: Todos los libros, el libro. Tiempos y espacios distintos se abren de tiempos y espacios mensurables, en una sucesión interminable de planos, no puede haber verdad, en la interrupción continua, en la continua discontinuidad.
Ahí hay una clave de nuestro mundo hipermoderno: La discontinuidad, la interrupción, de nuestra continuidad puede ser el modo de acceder a nuestros, propios, múltiples planos. Sin sustancia, queda sólo el desplazamiento permanente. ¿No es agotador? ¿No hau ni unidad, ni sustancia, ni Verdad? ¿O tal vez sí, en el reposar del Lector y Ludmilla, al re-unir experiencia y literatura (¿forma y contenido?), aunque sin reavivar pobres ilusiones en un apocalíptico mundo simplificado? Si, tal vez, allí, en tu lugar de reposo.