A partir de

Una tragedia americana, de Theodore Dreisler

La familia de Griffiths de Kansas, campesinos pobres que sobrevivían habiendo hecho de su creencia un negocio con su capilla (Misión) de poco carácter y pequeñas ambiciones; a la Sra. Griffiths la sedujo la posibilidad de atraer, persuadir y dominar a la gente por medio dela palabra de dios.

No así a sus hijos. Hester que huyó con un joven seductor para volver tiempo después embarazada, sola y pobre. Pero su huída remeció algo en su hermano Clyde, que odiaba ser pobre, el trabajo manual, sentirse diferente al resto, y pensaba que podía mejorar su vida, elegir su camino, ser alguien. Y también los dejó, para ser botones en hoteles de lujo en las ciudades. Donde descubrió el lujo, el esplendor, qué es ser rico: hacer lo que quieras y que otras personas aguarden esperando tus órdenes.

Es lo que él quería. Su tío Samuel, de los Griffiths de Utica NY, era rico. Le dio una oportunidad, comenzando como obrero en su fábrica, después supervisor. De apellido Griffith, los obreros lo miraban con distancia; pobre, el círculo de los Griffiths ricos también. Pero Sondra, para despertar los celos de su primo Gilbert, para jugar con Clyde, aunque después creyendo enamorarse, lo introdujo en sus fiestas, en el club. Creía ser ahora parte de ellos. Pero “no pertenecía a ningún mundo”.

Rompió con su novia, obrera y pobre, Roberta Alden. No se quedaría en la ruptura cuando ella le dijo que había quedado embarazada.

Su piadosa madre le había advertido, que tenga éxito, pero “no a costa de perder su alma”.

La ambición, definir tu propia personalidad, ser alguien, poder romper con tu origen, está en uno de los centros del espíritu estadounidense. Entre Kansas y Utica, entre la piadosa pobreza y el esplendor de la riqueza, ¿podía la ética de la madre detener la ambición fantasiosa y el ilusorio ascenso? El sueño americano se trastocó en la tragedia americana, “con todos sus sueños imprudentes de subir y subir”.