Bel ami, de Guy de Maupassant

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Bel ami, de Guy de Maupassant

 

Durant, ex húsar en Africa, engreído, desafiante, presuntuoso. Casi sin plata para llegar a fin de mes, con su bajo sueldo de empleado en ferrocarriles. Odia a los que tienen plata para sus cervezas y comidas. Se encuentra con Forestier, ex compañero de armas, ahora periodista exitoso, y le abre un camino: la posibilidad de hacerse periodista también. Para Durant será algo más que una profesión, será un trampolín para sus ambiciones.

Sus máximas serán: “todo depende de la personalidad. Un astuto llega antes a Ministro que a jefe de negocios”, maniobrar, apabullar a los otros: “todos los hombres son tontos como patos”. “En Paris es preferible no tener cama a no tener frac”. Aprovechar su atractivo con las mujeres: “hacen que llegues más rápido”.

Y así se dispone a vivir.

El señor Walter, rico, diputado y dueño de La Vie Francaise, le da una oportunidad, escribiendo sus aventuras en Argelia. Ni eso podrá, pero con sus máximas sorteará sus propios límites. El bueno de Forestier le recomienda que hable con su esposa, la verdadera autora de los propios artículos del amigo de Durant, y desde entonces, de los de él mismo.

Pero no le alcanza, Se hace amante de la rica, pero de gustos plebeyos, Clotilde Marelle, que pronto se verá humillada por este amor prohibido. Lo salva la señora Forestier al recomendarle hacerse amigo de la señora Walter, alcanzando desde entonces la dirección de la sección “Ecos” del diario, desde donde esparcen rumores que conmueven los espíritus, arruinando unas carreras y encumbrando otras.

Sigue escalando: muerto Forestier, acuerdan con su viuda una asociación de intereses, es decir casarse. Y además, le recomienda encumbrar su nombre cambiándolo por Du Roy de Cantel. El señor Walter lo nombra jefe de la sección Política del diario. Pero en sus artículos, todos reconocen la mano de Forestier, es decir, de su viuda, se llena de odio y celos, y concluye, como si no hubiera sido así hasta entonces, que sólo hay que ver por uno mismo. Se enceba, vuelve de amante de la señora Marelle, se propone conquistar a la señora Walter, y lo logra.

“Los hombres audaces siempre consiguen lo que quieren, sea por un medio o por otro”. Redobla su indignidad: se separa de Magdalena Forestier, propone matrimonio a la hija de la señora Walter que era su amante, y fuerza a sus padres a aceptar la proposición. La señora Marelle lo encara, con cinismo, él le responde: “los imbéciles y los tontos siempre son las víctimas”. Siguió ascendiendo, “y le parecía que una fuerza inmensa lo empujaba, lo elevaba. Se convertía en uno de los dueños de la tierra”.

¿Pero dónde residía esa fuerza? ¿en su audacia, en su ambición ilimitada, en su belleza de seductor, en su astucia maliciosa, en la buena fortuna? Todo esto componía su personalidad, pero el ascenso de los “dueños de la tierra” era el terreno fértil.

 

 

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