A partir de

Piazza d’Italia, de Antonio Tabucchi

En el pueblo de Borgo, el Macondo de Tabucchi, vive la familia de Plinio y Esterina. Con su circo de los Hermanos Montero: los espejitos para comunicarse con los familiares lejanos del Doctor Speranza; la medio bruja Zelmira; el cura don Milvio que creía en la igualdad y la justicia y soñaba construir una máquina que repartiera equitativamente el grano entre todos porque somos todos hijos de dios, por lo tanto todos iguales, por lo tanto todos debemos recibir el trigo; el jorobado Gavure que se hará comunista; su propia guerra civil primero de los campesinos contra los terratenientes, después del pueblo contra los fascistas y la ocupación nazi, más tarde de los trabajadores contra el progreso codicioso.

También en Borgo, “aquel día aciago, después que le pegaron un balazo en la frente… Garibaldo quiso decir la frase definitiva… -¡abajo el rey!”.

También es una historia de (más de) cien años. La de Plinio y sus hijos y nietos, “es una familia en la que el tiempo está lleno de confusión”. ¿Es que acaso parece terminar donde empieza?

El niño cañero Plinio ve destruir la estatua del gran duque y erigir la de Garibaldi entregando Italia al Rey. Su hijo Garibaldo también niño entonces, ve como destruyen ésta para erigir la del Duce. Ya de adulto, la bajan para levantar la de Garibaldi entregando la Democracia a Italia.

¿O es que simplemente termina? Plinio murió por las balas del guardia forestal que defendía la gran propiedad. Garibaldo se va a pegar un tiro cuando comprueba que a cambio del progreso les piden sujetarse a un nuevo amo, antes que otro lo alcance finalmente. El bueno y desencantado de don Milvio, retirado ya al monte y abandonados los hábitos, revela su última verdad, “que la igualdad no se obtiene con máquinas hidráulicas”.