A partir de
La patria de cristal, de Elizabeth Subercaseaux
En “los años turbulentos” de 1802 a 1823, volvía Bernardo O’Higgins de Inglaterra, iba José Miguel Carrera para volver más tarde como húsar, actuaba como matriarca de la patria Javiera Carrera, se saltaban con vergüenza pero sin pausa las normas sociales que ostentaban todas las familias de nombre; se luchaba por la independencia y forjaba la patria; con los zambos como Luca y las criadas como Fidela como murmullo y telón de fondo. Alianza se forjaban y disolvían. Se ponían cimientos y luego parecía todo derrumbarse. Dirigían militares hechos a pulso, que más sabían de cuartelazos y campos de batalla que de política. La aristocracia criolla que odiaba, temía y despreciaba por igual a los realistas y al populacho, llegó al poder faccionada, y faccionada seguiría por todo el siglo.
Siglo recorrido por el “Ministro de Acero” Diego Portales entre 1824 y 1837, más régimen de terror que de orden, despertando pasiones a favor y en contra en esos años y los que siguieron. Por los “tiempos de crecer” entre 1839 y 1871, con “el paso del Chile colonial al Chile de la modernidad”, que, significativamente, se inaugura con una guerra, al derrotar a la Confederación peruano-boliviana, y la prosperidad de la extensión de los ferrocarriles, la construcción de las grandes ciudades, de los palacios (Cousiño, Errázuriz, Riesco); el florecimiento cultural con Andrés Bello y la fundación de la Universidad de Chile y el Código Civil, el peso público de los intelectuales como Francisco Bilbao, José Victorino Lastarria, novelas perdurables como Martín Rivas, monumentos intelectuales como la historia de la independencia de Barros Arana, la reforma de Santiago con la iniciativa del “hércules de Chile” Benjamín Vicuña Mackenna.
La fundación del Club de la Unión. Seguida de la guerra contra Perú y Bolivia. De la guerra civil de 1891 y el suicidio del presidente Balmaceda. ¿Todo volvía al inicio y seguiría cíclicamente? Tal vez sí, tal vez no. En el Club de la Unión se hablaba sin tapujos de que “los dueños de Chile somos nosotros… lo demás es masa influenciable”.
Una sucesión de acontecimientos a lo largo de un siglo conocidos, que pueden aprovecharse para hacerles algunas preguntas a los personajes de esta larga historia, preguntares por ejemplo ¿qué resortes de la personalidad impulsan y así van tallando los grandes nombres de la historia?, ¿la vergüenza de ser huacho de Bernardo O’Higgins?, ¿la confianza aristocrática en sí mismo de José Miguel Carrera?, ¿la lucha hostil y la competencia entre ambos, y sus familias?, ¿la ambición de cada uno, primero bienvenida, después rechazada?
¿Pero son entonces los caracteres motores de las grandes personalidades?, ¿qué tenían que ver Diego Portales, agresivo e impetuoso, con el suave y reflexivo Andrés Bello?, ¿o algo más allá de ellos mismos ensambló esos caracteres tan opuestos?