A partir de
El fin de la historia, de Luis Sepúlveda
Cuando fuiste de los humillados y ofendidos, pero también “un hijo de la segunda mitad del siglo XX (que) enseña que lo peor es hacer al camino al paredón calzando las botas de plomo de la resignación”, no te resignas entonces. Más todavía, si has sido miembro de la Guardia Personal del Presidente, del Ejército de Liberación Nacional, guerrillero en Bolivia y Nicaragua, formado en las mejores academias militares de la URSS, la RDA y Cuba.
“Cuando Caín mató a Abel empezó la política”. Una política sin tiempo, o en un tiempo sin fin que cubre todo el espacio. En la Latitud 55º Norte, Rusia, el atamán cosaco Krasnov al mando de las fuerzas en defensa del Zar contra el Ejército Rojo, salvó la vida. En el Paralelo 30º Sur, Centro de Detención Cordillera, Chile, su descendiente Miguel Krasnoff, espera no pasar 100 años más allí.
No espera, conspira.
El próximo cambio de mando de Bachelet a Piñera alienta sus expectativas, la re-organización de neo-nazis y cosacos en Ucrania activa las alarmas; y la unión de política y negocios del presente activa al Primer Ministro Putin y a la compañía de seguros Lloyd Hanseática, que quieren asegurar la buena marcha de sus negocios y desactivar la conspiración.
Abajo, muy abajo, en los abajos de la vida, y en el Paralelo 33º Sur, Juan Belmonte, se ve obligado a cooperar, simplemente porque “es el poder, Belmonte, sin edad ni tiempo, pero siempre presente”.
También, porque “no podemos huir de la sombra de lo que fuimos”. ¿O sí?
“-Eliminados por la geopolítica. Como en la Guerra Fría, tovarisch, comentó Salamendi. -Las cosas pueden cambiar si jugamos bien nuestras cartas, indicó Espinoza”, dos ex camaradas de Belmonte.
¿Podrán cambiar las cosas? Solamente si están dispuestos a llegar hasta el fin, “hasta el fin de la historia”.
Pero, ¿se puede? Y de poderse, ¿será siguiendo la sombra que los persigue, o podrán cambiar de ángulo? Una palabra volviendo desde el abismo, una sacudida, tendrá una respuesta.