La silla del Aguila, de Carlos Fuentes

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La silla del Aguila, de Carlos Fuentes

 

“La mera neta es que la política es una cena de bárbaros”. Es que con la democracia no pasó lo que se quiso que pasara, sino: vacíos de poder, cacicazgos, intrigas palaciegas. Pero yo te pregunto, ¿puede alguien con fuerza, si no pasivamente, cambiar realidades con palabras? Las palabras que la civilización ama – Ley, Democracia, Seguridad, Progreso- se vuelven pardas, angustiosas, falsarias, aquí en México y en toda esta región más dolorosa, Latinoamérica”. Porque “en una historia policiaca sólo sabremos al final quién era el criminal. En México, en cambio, se conoce de antemano al criminal. La víctima es siempre el país”.

Una larga historia de injusticias, enterradas cada vez y accionadas en cada lucha por la sucesión presidencial, que desata intrigas, conspiraciones alianzas del momento, entre cada Secretario del Gabinete, los gobernadores, los generales, los presidentes y ex presidentes. ¿Cómo juzgarlos, por sus intenciones, ideales, promesas, declaraciones, silencios? “No nos queda más remedio, Nicolás, que estudiar el carácter tanto o más que los actos”. Y hay de todo: el que engaña y disimula sus pasiones, el que siempre es inferior a su alarde, el que cumple profesionalmente su trabajo, el que solo quiere hacerse rico, el que fanfarronea sus vicios y no oculta sus ambiciones, el que juega a varias bandas, el que colecciona víctimas, el que quiere pasar a la historia.

Y en esta cena de bárbaros subyace “el tema central de la vida política: ¿cómo tratar al enemigo? ¿con ritos de apaciguamiento? ¿con un ataque frontal? ¿con violencia, cortándole la cabeza? ¿derrotándole primero para enseguida honrar al enemigo? ¿vencer a traición sin que la desgracia de tu victoria caiga sobre tu propia cabeza? ¿transformando al enemigo vencido en guardián y amigo levantándole estatuas y dedicándole placas –a condición de que esté muerto?”.

Están todos: los Tácito, Maquiavelo, Séneca, Augusto y Calígula, Macbeth, Madame de Maintenon educadora de príncipes. Y con ellos, la colección de máximas que los guían, pronunciadas o practicadas, como que: *“el político que anda creyendo que es más de lo que realmente es, nunca puede saber quién es” – *”en política nunca anuncies, actúa” – *“has creído que para ascender todo vale, pero no has calculado el precio del combate cuando ya nada se vale” – *“Todo Jefe de Estado debe escoger entre numerosos caminos. Siempre está en el cruce y lo van a empujar muchas fuerzas, -ven por aquí, -no, mejor por allá. Ninguna fuerza más poderosa, sin embargo, que la fuerza del propio presidente. Es difícil ubicarla, definirla y actuar sobre ella” – *“En política no hay principios. Hay instantes. Y la fuerza para pescarlos al vuelo” – *“el buen político lo convierte todo en ventaja” – * “la política es el acto de tragar sapos sin hacer gestos”.

¿Hay alternativas? Está también el Tomás Moro mexicano, Tomas Moctezuma Moro, encarcelado. ¿Podrá ser liberado? También, finalmente, estamos los idiotas: los nuestros, los amados.

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